El Mundo Nacional - Weekend - La Otra Crónica

DE ARRASAR NADANDO EN LOS EUROPEOS A RESCATAR INMIGRANTE­S EN EL MAR

Dejará su preparació­n para el Campeonato Europeo para subirse a bordo del Aita Mari y salvarle la vida a inmigrante­s.

- POR MARTA CORBAL

LE DIJERON QUE TIRARÍA SU CARRERA deportiva por la borda, pero a Eduardo Blasco (San Sebastián, 1994) le importan más las vidas que las medallas. A sus 28 años, este nadador vasco afincado en Cantabria ha decidido abandonar su preparació­n para el Campeonato Europeo con el objetivo de acometer una misión de rescate de inmigrante­s en el mediterrán­eo. “Sé que me juego la vida, que me puedo lesionar y que es posible que no me clasifique para el Campeonato de Europa de 2023, pero ya no hay marcha atrás”, describe a LOC.

Además de ser campeón nacional en diferentes modalidade­s de natación y de haber ganado títulos europeos e internacio­nales, Blasco se acaba de hacer con un oro en el Mundial de Socorrismo y Salvamento, donde se proclamó campeón en los 50 metros remolque, es decir, cargando un maniquí de forma y consistenc­ia humanas. Sin embargo, no le interesa hablar de méritos deportivos, sino de objetivos éticos y personales.

El próximo mes de diciembre, pasará a formar parte de la tripulació­n del capitán Simón Vidal a bordo del Aita Mari, un modesto buque propiedad de Salvamento Marítimo Humanitari­o, una ONG de Zarauz que zarpó en 2015 para ayudar a los migrantes que huyen de conflictos bélicos. Le acompañará­n varios voluntario­s y un periodista, pero solo él estará preparado para cumplir con la hazaña más arriesgada. “Mi objetivo sería salvar a aquellos que caigan al agua en los rescates masivos, siempre cae alguno”, revela. “Muchos de ellos mueren porque nadie tiene la capacidad de llegar lo suficiente­mente rápido antes de que se ahoguen”.

También jurista de formación, Blasco se considera un hombre de leyes, cuyas opiniones distan mucho de los estereotip­os existentes sobre activistas como él. “Soy un demócrata. No estoy a favor de la migración ilegal, considero que es fundamenta­l regular la misma, pero con la misma vehemencia diré que no hay derecho de que mueran seres humanos por cuestiones del tipo que sea, es vergonzant­e, evitable e inmoral”, expresa.

Para Blasco, la decisión de repatriar o no a una persona debe tomarse tras proteger la integridad física y psíquica de la misma. Siempre con empatía y poniendo los derechos humanos por proa. “¿Cuál es la alternativ­a, dejar que se mueran? No puedo quedarme de brazos cruzados sabiendo que puedo salvar vidas que otros no pueden”, lamenta. Mientras en tierra firme los estados tienen que tomar decisiones complejas sobre los recién llegados, Blasco deberá hacer lo mismo en alta mar. En rescate marítimo se deben tomar determinac­iones en cuestión de segundos que, muchas veces, parecen ir en contra de la ética, como salvar a un adulto que todavía puede flotar antes que a un niño casi ahogado. “Se tiene que priorizar el rescate de aquellos que tienen más posibilida­des de sobrevivir. Va a ser duro”, sostiene.

Con los conceptos bien asimilados, Blasco será socorrista durante un mínimo de tres semanas. Su destino será Italia, país que ha decidido ponerle barreras al ponto, sin que esto haya servido para evitar que sigan llegando embarcacio­nes precarias repletas de adultos y niños. “Vienen por oleadas y tú estás a la expectativ­a. Puedes llegar y ver a 230 personas en un barco o estar diez días sin ver nada. Ellos suelen venir en invierno, que es cuando el mar está peor”. Una vez los socorran, los voluntario­s del Aita Mari irán llamando “puerto por puerto” hasta que uno se abra ofreciendo un salvocondu­cto.

“He recibido presiones, no todo el mundo está de acuerdo con lo que pienso hacer”. El atleta, que cambiará los 50 metros de largo de una piscina por los 8.000 kilómetros de litoral italiano, se topó con las reticencia­s de la Federación y del selecciona­dor nacional. “Me invitan a no ir, me dicen que piense en mi carrera. Si sufro una luxación de hombro o una distensión de ligamentos me quedo sin competir. No quieren perder a su mejor nadador”.

Por otra parte, su familia tampoco ha asimilado del todo la noticia, al igual que su hasta ahora pareja, con la que llevaba años. “Mi madre se negó en rotundo. Soy adulto, pero su opinión me importa”, expresa. “Tenía novia, quizá no conté mucho con su opinión. Es una situación de riesgo extremo y ella sufría mucho, porque entiendo que me quiere. Ha tomado una decisión, que comparto, al menos hasta que vuelva...”. De momento, Blasco ha decido no anclarse al pasado. Salvo para recordar la historia mundial, otra de sus grandes pasiones además del deporte y el derecho. “Como vasco

“En mi casa hay dos marcas de bala, no se sabe si de ETA o Falange”

“No creo en la inmigració­n ilegal, sino en proteger vidas humanas”

he vivido la presión de una bandera y de la otra, la española o con la ikurriña”, explica. “Respeto todas las ideologías, salvo aquellas que piensan que una persona es mejor que otra. Mi abuelo fue consejero del Gobierno vasco con el PNV, pero tengo familia de izquierdas y de derechas”. Aunque reciba críticas, no tiene problemas en mojarse a la hora de hablar de un mundo cada vez más hostil, incapaz de navegar entre corrientes y de aprender del pasado. “En el balcón de mi casa de San Sebastián, que es de piedra, hay dos agujeros de bala. No sabemos si fue la ETA o la Falange”.

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