AL CÉSAR... LO QUE ES DEL CÉSAR

Julio Martín Alarcón es un periodista de El Confidencial que, el pasado 10 de noviembre, escribía, erróneamente, sobre la visita del Rey Juan Carlos a la Argentina de Videla del 26 al 30 de noviembre de 1978. Ignoro si el contenido de su crónica se debía a eso de que “del árbol caído todos hacen leña” o al desconocimiento de lo que realmente sucedió aquel día. Y como fui privilegiado testigo, obligado estoy a rectificar al compañero.

Cierto es que la visita a Argentina no era fácil pero se encontraba dentro de una gira por diversos países de la América Hispana, haciendo honor a la norma de que el Rey no visita gobiernos sino países. En aquella ocasión, México, Perú y Argentina. Pero fue deseo de Don Juan Carlos mantener la distancia, incluso física. Durante la estancia en Perú que precedió a la llegada a Buenos Aires, al Rey le preocupaba que Videla intentara darle el abrazo con el que todos los dictadores venían acogiéndole. Nunca olvidaré la reunión de Don Juan Carlos con su equipo sobre cómo debía vestir para evitar esas efusiones. Hubo quien aconsejó que mejor sería bajar del avión de uniforme por aquello de que los militares no se abrazan sino que se saludan. Pero esta idea fue rechazada por unanimidad. El representante de un país democrático no podía llegar de uniforme a una dictadura militar. Pero el Borbón, con esa repajolera gracia que Dios la ha dado, tranquilizó a todos. Su intención era mantener firme el brazo en el momento del encuentro, evitando, como fuera, ser abrazado, lo que finalmente consiguió. Videla se quedó sin la foto que pretendía en esta polémica visita que ciertamente nunca se debía haber realizado y para que se fuera enterando a quien recibía y tomara ejemplo, en su discurso de aquella noche dijo claro, clarísimo: “El Estado que queremos no es el de unos españoles impuestos a otros españoles, sino el Estado de todos de forma que en su seno puedan convivir todas las opciones y alternativas políticas”.

Decir esto en la Argentina de Videla era mucho decir. Conmocionó al personal. Al César lo que es del César, ¡compañero!