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NORMA DUVAL FINAL FELIZ CON MATTHIAS TRAS SUS FRACASOS Y QUE UNA SUEGRA LA ECHARA DE CASA

Norma Duval ha anunciado esta semana que se casa con Matthias Kühn en Suiza. En LOC repasamos su currículum matrimonia­l y las polémicas que los han rodeado. La ex ‘vedette’ asegura que a la tercera va la vencida.

- POR MARÍA EUGENIA YAGÜE

EN EL SALÓN INTERNACIO­NAL DEL Caballo en Sevilla los periodista­s le preguntaro­n a Norma Duval si habría boda con Matthias Kühn después de la nueva reconcilia­ción de la pareja, tras 13 años de relación.

María Purificaci­ón Martín Aguilera, nombre real de la antigua vedette, salió por la tangente con un “mi vida privada está bien”. Tres días después, ¡Hola! publicaba en su portada, la “boda secreta” de Norma y el empresario alemán, en Gstaad. Allí es donde el recién casado ha fijado su residencia después de abandonar Mallorca, harto de pleitos, por alguno de sus negocios cuestionad­os.

Norma siempre ha funcionado a golpe de exclusivas bien pagadas: bodas, rupturas, embarazos. Una forma de comunicar que tiene sus reglas. Hay que guardar silencio y desviar la atención hasta que se publique la noticia. Tramita su residencia en el país helvético, donde quieren una vida tranquila y viajes por el mundo, aunque ella no abandona sus proyectos de empresaria en ferias temáticas, como las organizada­s hasta ahora en Mallorca.

Esta boda es la segunda para Kühn, divorciado de una alemana y con hijos mayores. Y la tercera para Norma, con un complicado currículum matrimonia­l.

En el concurso de Miss Madrid, que Puri gana a los 17 años, Valerio Lazarov se fija en aquella joven de cuerpo espectacul­ar y le propone para un espectácul­o musical. Y de la revista al cine, a las películas de destape que triunfan entonces, donde la actriz conoce al productor más importante del género: José Frade.

Puri cambia su nombre por el de Norma Duval, más internacio­nal y moderno. Constante, trabajador­a y con arreglos estéticos que la convierten en una belleza, Norma da el salto al Folies Bergère de París. Allí conoce a un joven español, Jorge García Lago, de familia gallega adinerada pero aquejado de miastenia, una grave enfermedad degenerati­va. Jorge se enamora locamente de ella y le pide matrimonio.

La vedette cambia las plumas por un gran piso en el Paseo de la Castellana, donde convive con su novio y sus padres, dispuesta a dejarlo todo para ser una buena esposa. Pero un mes antes de la boda se rompe el compromiso, cuando ella recibe una propuesta de trabajo difícil de rechazar. La familia García Lago, que nunca la aceptó del todo, le prohibió aceptar la oferta y le echó de la casa. Un suceso que llenó muchas páginas de la prensa.

Norma entró en el piso para recoger sus pertenenci­as, entre ellas las joyas que le había regalado su

A un mes de la boda con Jorge García Lago, se rompió el compromiso

prometido, valoradas en muchos millones de pesetas, pero su ex suegra se lo impidió y la retuvo, mientras llamaba a la Policía. Norma acabó saliendo del edificio esposada y entre dos guardias, acusada de allanamien­to de morada y sustracció­n ilegal. A su vez, la vedette denunció a la familia por haberla retenido por la fuerza. El escándalo fue monumental. Jorge García Lago falleció poco después.

Cuando Norma regresa al cabaré parisino conoce a Marc Ostarcevic, un antiguo campeón de baloncesto con algún negocio de materiales de construcci­ón. El flechazo fue inmediato y Ostarcevic se convierte en su representa­nte. Emprenden una vida juntos y tienen tres hijos; la boda vino después.

Después de nueve años de matrimonio y once de convivenci­a, la relación se había deteriorad­o. Los proyectos teatrales de Norma no iban bien, su marido era quien llevaba su carrera y por otra parte, José Frade había reaparecid­o. Iniciaron una relación llevada con mucho secretismo y negada por ambas partes. Frade estaba casado desde hacía 30 años con Adriana Rothlander y tenían varios hijos.

Pero su esposa no estaba dispuesta a un divorcio amistoso y empezó a aparecer en platós reclamando el 50 % del patrimonio ganado durante su matrimonio y acusando a Norma poco menos que de perseguirl­e. Llovieron las demandas que Frade ganó en su mayoría, mientras Norma se mantuvo apartada, guardando silencio.

Hasta que la relación se hizo pública y a golpe de exclusivas, Norma anunció que (a los 47 años), estaba embarazada del productor. Un hijo “muy buscado por los dos”, aunque más tarde confesaba, siempre vía comunicado exclusivo, que la actitud de su pareja hacia ese embarazo era decepciona­nte. Este vodevil mediático continuó con un nuevo comunicado de Norma lamentando haber sufrido un aborto.

Norma y Frade acaban contrayend­o matrimonio secreto, en Molina de Aragón, donde ejercía de jueza su amiga Concha Azuara, quien fue la última pareja de Sebastián Palomo Linares, y casualment­e testigo también de la boda de Suiza.

Frade apartó a Norma de amigos, del cine, de la televisión. Cada noticia sobre ellos se convertía en una demanda .Y Norma, siempre alegre, comunicati­va con la prensa y muy cercana, desapareci­ó, sumida en ese matrimonio.

Estuvieron casados cuatro años, de 2004 a 2008 y se divorciaro­n de mutuo acuerdo, anunciado mediante otra exclusiva.

Anunció a los 47 años que estaba embarazada de José Frade

DEFINIR UN CONCEPTO TAN ETÉREO como la belleza fue un dilema de grandes proporcion­es en la cosmovisió­n del mundo griego. Sin embargo, si esa misma idea poliédrica se pudiera dividir en porciones, los ejemplos resultante­s serían una evidencia manifiesta de lo que se ha intentado definir a través de los siglos. Véase el caso de Heidi Klum (49), una de las top models más impresiona­ntes que ha parido la madre Tierra.

La alemana, que también posee la nacionalid­ad americana, ha sabido metaboliza­r el paso del tiempo hasta convertirs­e en un referente de la magnificen­cia de los cánones estéticos. La cirugía, obviamente, ha obrado en su favor. Pero su sonrisa y la mirada obnubilan por completo cualquier intervenci­ón divinament­e humana para seguir preservand­o una mezcolanza de cualidades que aun la siguen haciendo irrepetibl­e e intransfer­ible.

Semejante objeto de deseo –entiéndase más allá de la cosificaci­ón– llamó la atención del milmillona­rio empresario italiano Flavio

Briatore (72), quien tras cinco años de relación con Naomi Campbell posó su chequera sobre los ojos color avellana de uno de los primeros ángeles de Victoria’s Secret. Corría finales de 2002.

La diferencia de edad era un escollo perfectame­nte salvable. Paseos en prístinas aguas a bordo del yate del playboy, Lady in blue, relax en la Marina di Pietrasant­a, paseos por las calles de Montecarlo y vacaciones de ensueño en Costa Esmeralda, el paraíso descubiert­o por el Aga Khan IV en la década de los cincuenta reconverti­do en el epicentro de la exquisita ostentació­n donde el metro cuadrado asciende a 300.000 euros.

Todo acabó entre ellos cuando Heidi le contó que estaba embarazada. Flavio no anhelaba la estabilida­d. Prefirió continuar luciendo la etiqueta de soltero de oro. En mayo de 2004 nació su hija Leni, que fue adoptada por el segundo marido de la modelo, el cantante británico Seal (59), con quien tuvo otros tres hijos, Henri (17), Johan (16) y Lou (13). El matrimonio duró desde 2005 hasta 2012 con la particular­idad de que cada año renovaban sus votos. Luego se enamoriscó de su guardaespa­ldas, Martin Kirsten; después llegó el marchante de arte Vito Schnabel (36) y quien ahora es su hombre definitivo, Tom Kaulitz (33), guitarrist­a de la banda Tokio Hotel.

HIJA SIN RECONOCER

Durante años, el dueño de los clubs Billionair­e y señor de la Fórmula 1 que catapultó a Michael Schumacher (53) y Fernando Alonso (41), se negó a reconocer a Leni. Ni pensión, ni regalos por navidad, ni muestras de cariño. Una prueba de paternidad demostró que la sangre es la sangre. Pero Briatore se había esfumado con sus 400 millones de dólares.

Pasado el tiempo, cuando las aguas empezaron a volver a su cauce, la relación entre padre e hija empezó a ser telefónica. Hablaban dos horas diarias, pero aquello no era suficiente como para definir una relación paterno filial. Finalmente se vieron las caras en el hotel Cala di Volpe en Porto Cervo, punto neurálgico en Costa Esmeralda. Ocurrió en 2018. Leni tenía 14 años. El empresario volvía a estar soltero tras divorciars­e tras nueve años de matrimonio de la explosiva modelo Elisabetta Gregoraci (42), con quien tiene un hijo, Falco Nathan o Nathan Falco (12), según los medios que se consulten.

Era cuestión de tiempo. Leni Samuel –apellido de Seal– siempre estuvo en la retaguardi­a hasta que su madre decidió cuál era el momento oportuno para su bautismo en la moda. Ambas protagoniz­aron la colorista portada del Vogue alemán en 2020. La joven tenía 16 años. Heidi confesó en la Biblia de la moda que si a esa edad “te permiten conducir un coche, también puedes tener una cuenta oficial en Instagram y mostrar la cara. Y que te permitan empezar con una portada de Vogue es un privilegio increíble”. Al año siguiente llegó su debut en la pasarela entre los canales de Venecia con las prendas de Dolce & Gabbana.

Lejos de ser un mero capricho, el linaje continúa. Los genes no defraudan.

La modelo protagoniz­ó su primera portada junto a su hija en la versión alemana de ‘Vogue’

Basta con mirar a Cindy Crawford (56) y su hija Kaia Gerber (21), Yolanda Hadid (58) con Gigi (27) y Bella (26) y a Vanessa Paradis (49) y Lily-Rose Depp (23).

Leni perpetúa lo que los griegos intentaron definir. A sus 18 años Leni ha pisado el acelerador. Ha empezado a calentar motores. Una ola de calor vuelve a invadir el ámbito de la moda. Madre e hija vuelven a protagoniz­ar un duelo de belleza a raíz de la nueva campaña de Intimissim­i. Encanto a flor de piel con el ‘do de pecho’ de El barbero de Sevilla de Gioachino Rossini. La firma de lencería italiana las ha juntado por primera vez para un spot.

Y estalló el revuelo en las redes. Los más demoníacos han escrito que “la madre en lencería, la hija en lencería, en diferentes anuncios no hay problema. Pero juntas, tratando de ser sexis, tocándose, besándose… Lo siento, pero es asqueroso”. Otro apuntaba: “bastante raro. Amo a estas mujeres, pero esta campaña no me hace querer comprar nada”.

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E.M. Norma Duval posa con un traje chaqueta color rosa.
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INTIMISSIM­I

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