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EL PUESTAZO CÓMODO DEL DIRECTOR ‘PERPETUO’ DEL REINA SOFÍA
Su intención es seguir al frente del Museo Reina Sofía tras 15 años de dirección, a pesar de que su contrato lo impide. Apodado ‘el podemita’, en 2009 se casó con Yolanda Romero, entonces directora del Centro José Guerrero de Granada.
ALGUNOS CRÍTICOS LO CONSIDERAN como el jefazo podemita del Museo Reina Sofía que se ha adherido a su trono durante tres lustros. Otros, como un eficiente gestor que ha necesitado de más de una década para materializar un proyecto en sintonía con las calles, la juventud y el futuro del arte. Pero para casi todos es imposible hablar de Manuel Borja-Villel (Burriana, 1957) sin hacer mención a unidades temporales demasiado extensas. Lo lógico cuando se mienta a uno de los directores de museo más longevos de España.
Sin embargo, el próximo 20 de enero podría trazarse la línea secante que pusiese fin al ciclo Borja-Villel al frente del segundo museo nacional más visitado. Tal y como especificaba el contrato que firmó en 2007, de cinco años de duración y prorrogable, ese día deberá darle paso a su sucesor tras acumular dos renovaciones en su cargo, las máximas permitidas. Aunque, tal y como adelantó en exclusiva para El País, nada le impedirá seguir siendo director. “¿Retirarme? En absoluto, de nada”, expresó en dicha entrevista.
¿Triquiñuela o acto legítimo? Al igual que él fue escogido en un concurso público con jurado internacional donde se enfrentó a 30 candidaturas, el próximo 1 de febrero el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía deberá realizar una convocatoria similar donde será elegido director entrante. Borja-Villel acudirá como un candidato más de una lista de la que se desconocen otros nombres. Una decisión que muchos consideran una traición a los principios del acuerdo que rubricó hace 15 años.
No es tan sencillo. En las estancias de la pinacoteca Manuel BorjaVillel lleva décadas sintiéndose pleno. A sus 65 años, ha formado una vida en torno a la gestión cultural que penetra desde su ambición laboral hasta lo más íntimo de su vida personal. Casado desde 2009 con la historiadora del arte granadina Yolanda Romero, jefa de la División de Conservaduría del Banco de España desde 2015, es padre de un hijo de un matrimonio anterior: un joven que no se dedica al mundo de los museos pero que ya le ha dado su primera nieta. Su apartamento, situado cerca de la Filmoteca Española, es más bien su segundo hogar.
“Pasa muchas horas en el museo. Es un hombre muy trabajador, inteligente, culto y ambicioso porque no le ha importando cortar cabezas cuando ha sido necesario”, describe una fuente a LOC. “Museísticamente lo ha hecho muy bien. Es el promotor de grandes proyectos como la exposición online Repensar Guernica, que ha hecho del cuadro de Picasso algo accesible a todo el mundo”, expresa la misma persona, que prefiere mantener el anonimato.
Aunque Borja-Villel es Manolo para sus allegados y amigos, no todo el mundo es amigo de Manolo. Solo unos pocos se han ganado su confianza. Dentro de su círculo cercano se encuentra su equipo del Reina Sofía, en el que confía desde su llegada, pero también algunos amigos íntimos de fuera de la pinacoteca, como Vicente Todolí, un comisario de arte valenciano que llegó a dirigir el Tate Modern de Londres. A su mujer, Yolanda, la conoció cuando era directora del Centro José Guerrero de Granada.
Estuvo 15 años en el cargo.
Hijo de un albañil de Burriana, un pequeño pueblo de Castellón, Borja-Villel se licenció en Historia del Arte por la Universidad de Valencia en 1980. Gracias a varias becas,
Conoció a su mujer en 2009 y se sedujeron con arte. Ella era directora de museo en Granada y él en Madrid.
logró estudiar en Estados Unidos, obteniendo un máster en Yale y su doctorado en Nueva York.
De regreso a España, dio sus primeros pasos en el mundo de la dirección en la Fundación Tàpies de Barcelona, donde también fue director artístico durante 8 años. Al frente del museo dedicado a Tàpies desde su fundación en 1990, llegó a hacerse “muy amigo del pintor”.
Cuando se trata de gestión, BorjaVillel es un hombre de relaciones duraderas. Entre 1998 y 2007 fue director del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. En esa época empezó a apostar por exposiciones más arriesgadas, filosofía que trasladaría al Reina Sofía.
Apodado como el podemita, con tanta simpatía como recelo, se ha mostrado cercano a poner en valor “el 15-M y a promover obras de arte más feministas, sociales o de izquierdas”. No obstante, siempre ha asegurado que su objetivo es llegar a todas las capas de la población y que el Reina Sofía sea considerado algo más que uno de los vértices básicos del triángulo del arte de Madrid junto al Thyssen. La cúspide siempre ha sido el Prado, pero él no cree en esos conceptos que percibe como apolillados. “Al ministro de Cultura de turno siempre le gusta más el Prado que el Reina Sofía. Quizá tenga que ver con que en el primero los artistas están muertos”, expresó. Ahora, tras sembrar la manzana de la discordia, Borja-Villel ha dejado un cuadro abstracto y difícil de interpretar. Sus matices, son la clave. O quizás la firma.