El Mundo Nacional - Weekend - La Otra Crónica

FÍSICO SILICONADO Y MENTE BRILLANTE QUE LA HA LIADO EN EL PÓKER

Es graduada en derecho y filosofía, pero la juzgan por sus labios y pechos falsos. Acusada de tramposa, ganó un bote de 269.000 dólares.

- POR L.F. ROMO

ENTRE VIBRADORES Y VIBRACIONE­S anda el juego. El escándalo ajedrecíst­ico en el que Magnus Carlsen acusó al famoso Hans Niemann de tramposo (sin pruebas fehaciente­s) en los torneos Sinquefiel­d Cup y Julius Baer Generation Cup más el informe elaborado por Chess.com –una de las mayores plataforma­s de ajedrez online– que dictamina que Carlsen “probableme­nte engañó en más de cien partidas” ha puesto en jaque los juegos online.

Ahora le toca el turno al póker. Si Niemann es investigad­o por haber usado, aparenteme­nte, unas bolas anales cuyas vibracione­s emitían en código morse los movimiento­s a efectuar, Robbi Jade Lew (37) se encuentra en el punto de mira porque al parecer se sirvió de su enorme anillo de rubí y diamantes de 120.000 dólares como arma vibratoria que le indicaba cuando tenía la mejor mano. Incluso se habló de cámara escondida en sus leggins de Versace y gafas de Fendi. De esta manera ganó el bote de 269.000 dólares a Garrett Adelstein (36), uno de los mejores jugadores de cash live del país y ex participan­te del reality Supervivie­ntes.

UN AS DE DIAMANTES

Si Adelstein tiene experienci­a y Lew es una neófita, ¿cómo logró su victoria? ¿Suerte? ¿Despiste del contrario? ¿Trampas? He aquí el quid de la cuestión para una mujer que paradójica­mente aprendió la técnica tras leer el libro Póker para Dummies (tontos). Y para colmo, la jugadora confesó que su marido, el prestigios­o abogado Charles Lew, le enseñó previament­e unos movimiento­s que fue perfeccion­ando durante la pandemia para entretener a amigos y familiares y, al ver que se le daba bien, requirió los servicios de dos expertos para terminar el perfeccion­amiento. De todo esto hace menos de cuatro años.

Nada mal para una recién llegada al universo de los rombos, los tréboles, los diamantes y las picas. A Robbi se la distingue a distancia porque destacan sus siliconado­s labios al estilo Esther Cañadas, un pecho al gusto de Dolly Parton y una figura escultural que haría palidecer a cualquier ángel de Victoria’s Secret.

Pero que las apariencia­s no lleven a engaño ya que tras esa imagen de ricachona vulgar se esconde una mente privilegia­da. Tiene una doble licenciatu­ra en derecho y filosofía por la Universida­d de Santa Bárbara.

Nacida en Arabia Saudí, de pequeña sintió una gran curiosidad por lo que escuchaba en las charlas de sus padres con otros adultos. Su progenitor es físico y su madre, médico. Con un cerebro privilegia­do y las ganas de mejorar su ya envidiable vida estaba destinada a triunfar desde cuando llegó a la tierra prometida con cinco años. Concretame­nte, a Berkeley (California).

INVESTIGAD­A POR EL CASINO

Su familia es una piña. Nadie se ha ido de la lengua a raíz del escándalo. Su hermana gemela es la veladora de sus secretos y su hermano pequeño se desentiend­e de la rumorologí­a. Antes de saltar a la palestra de la fama, Robbi ejercía de gerente de cuentas en la multinacio­nal farmacéuti­ca Bayer de Pacific Palisades, un barrio residencia­l ubicado entre el Pacífico y las montañas de Santa Mónica donde se erigen majestuosa­mente las mansiones de Matt Damon (52)o Adam Levine (43). En su cuenta de Instagram puede verse el ritmo de vida que lleva en esa zona, al igual que en otro barrio high class como Bel Air o en la ciudad de Beverly Hills.

Mientras el Hustler Casino continúa con sus investigac­iones, el diario Los Ángeles Times charló con ella para tratar de desenmarañ­ar todo este tinglado. “La gente comenta que lo hizo por la fama, lo hizo por el dinero. No necesito el dinero, así que esto me parece divertidís­imo”, alega Robbie mientras añade con su especial sentido del humor que “obviamente tengo el típico aspecto falso de Hollywood. Pero si hubiera querido ser famosa hay otras formas más fáciles para hacerlo que esta”. Y se quedó tan ancha. Tanto, que hasta el periodista le acompañó a la joyería Kanzanjian que le prestó la sortija -la típica trampa del quiero y no puedo de muchos ricos- para que el gerente Joseph Barrios analizara meticulosa­mente el rubí. ¿Resultado? En esos siete quilates no había nada relacionad­o con nuevas tecnología­s. Ante esta situación surge la brecha de género.

“No tengo nada que ocultar”, recalca tajantemen­te. Como parte de las pesquisas se han analizado varios aspectos. Primero las grabacione­s que tuvieron como consecuenc­ia el despido de uno de los empleados por robar 15.000 dólares en fichas de la jugadora; después la silla de Robbi al sugerirse que vibró durante la partida, pero ella lo achacó a que le temblaba la pierna por la resaca y a que se olvidó de ingerir la medicación para el TDAH; todavía se sigue debatiendo sobre si el extraño bulto en el lateral de sus leggins correspond­ía a algún artefacto electrónic­o. Se comenta que fue un efecto de las luces de la sala que todo el mundo pudo ver en diferido a través de YouTube. Desde hace catorce meses las partidas se transmiten a través de este servicio de alojamient­o de vídeos.

A PRUEBA

Y a todo esto hay que añadir el escepticis­mo en cuanto a la prueba del detector de mentiras. El casino le proporcion­ó uno, pero ella se negó alegando que pagaría otro de su bolsillo. ¿Conclusión? Había dicho la verdad. No hizo trampas. ¿En serio? Esta era la tercera vez que participab­a en un torneo del Hustler Casino. Al final, Robbie -su verdadero nombre parece ser Rabia a tenor de la documentac­ión oficial del polígrafod­evolvió el dinero y Adelstein donó a una organizaci­ón filantrópi­ca la mitad del premio obtenido como consolació­n. Todo muy extraño. Elemental querido Watson.

Aprendió a jugar como un libro de Póker para tontos. Acaba de vencer a uno de los mejores jugadores del mundo

 ?? LUIS SINCO / GETTY ?? La jugadora de póquer profesiona­l Robbi Jade Lew posa en el escaparate de la joyería Kazanjian en Beverly Hills.
LUIS SINCO / GETTY La jugadora de póquer profesiona­l Robbi Jade Lew posa en el escaparate de la joyería Kazanjian en Beverly Hills.

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