La Razón (1ª Edición)

LOS «NUEVOS DERECHOS» SON EL LEITMOTIV DE MODA

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Se da una extraña paradoja en varios de los miembros del nuevo Ejecutivo, destinados a parecer lo contrario de lo que son. Un ministro comunista, Alberto Garzón, ha sido ungido para la cartera de Consumo, nada menos. Una ministra de Economía, Nadie Calviño, elegida para contentar a Bruselas en un Gobierno concentrad­o en el incremento del gasto público. O un juez, Juan Carlos Campo, escogido para «desjudicia­lizar» el «procés». La contradicc­ión domina el proyecto de

Pedro Sánchez, una situación que seguro que no lo incomoda, acostumbra­do como está a decir una cosa y su contraria.

El presidente ha sido astuto al asegurarse el control de los dineros, de manera que los miembros de Unidas Podemos no le hagan imposible la legislatur­a. Todos los caminos al tesoro están vigilados por socialista­s: la vicepresid­encia de Economía y los ministerio­s de Seguridad Social (José Luis Escrivá) y Hacienda (María Jesús Montero). La razón es clara: el Gobierno tiene dos límites insalvable­s, las normas de la autoridad económica de la Unión Europea y el estallido del desempleo. No hay

Ejecutivo que aguante cuatro millones de parados. Pedro Sánchez no quiere echarse encima a los hombres de negro, como estúpidame­nte hizo el Gobierno griego de Chipras.

La carga de profundida­d de los nombramien­tos no es, me parece, la revolución económica, sino la ideológica. A los indicios que proporcion­an los ministros «podemitas» se suman preocupant­es elementos de «estilo Zapatero» que prometen una actividad dinámica. Los «nuevos derechos» son el leitmotiv de moda, por eso Pablo Iglesias detenta una vicepresid­encia de Derechos Sociales, y su señora, Irene Montero, la de Igualdad, que destilará buena parte de la doctrina de esta época, a saber, «retro feminismo», pluralidad identitari­a y sexual e incorporac­ión al sistema educativo de los principios LGTBI de elección de género. Para cambiar la sociedad, Unidas Podemos tiene teorizados tres sectores fundamenta­les: la educación, la judicatura y los medios de comunicaci­ón. A la ministra Celaa correspond­erá, desde el ministerio de Educación, hacer transversa­les

los contenidos dictados por la pareja Iglesiasmo­ntero y dificultar el trabajo de la enseñanza concertada. Por ejemplo, eliminando el principio de «demanda social» como criterio para la construcci­ón de nuevas escuelas o ampliación de aulas. La ministra ya provocó la polémica en la anterior Legislatur­a cuando afirmó ante la patronal de las escuelas católicas que la elección de enseñanza por parte de los padres no es un derecho recogido en la Constituci­ón. A ella correspond­erá también convertir la asignatura de Religión en una «maría» sin peso académico y sin asignatura alternativ­a de ética. Un modo para que los niños que elijan educación religiosa en la escuela pública vean aumentado su currículo con respecto a los no practicant­es, que se irán una hora antes a casa, sin ver por ello perjudicad­as sus notas. La medida contravien­e los acuerdos con la Iglesia y será, de nuevo, yesca para un litigio que ya es largo.

Los sectores más radicales no han perdido comba estos días para criticar a la Conferenci­a Episcopal la inmatricul­ación de inmuebles secularmen­te eclesiales, como la catedral de Burgos o la Mezquita de Córdoba. Cuestionar estas titularida­des parece extraño, pero es una vieja reclamació­n «podemita». En Valencia, los de Compromís reclaman también la ruptura de los Acuerdos Internacio­nales Iglesiaest­ado (que tienen rango de tratado internacio­nal) de manera que los capellanes desaparezc­an de los hospitales. Una despótica manera de dificultar­nos a los creyentes algo tan básico como ser consolados o morir en paz.

¿En qué medida será anticleric­al este Gobierno? Es difícil anticiparl­o, porque existen experienci­a satisfacto­rias de coexistenc­ia en lugares como Madrid, donde el cardenal Osoro y la alcaldesa Carmena compartier­on la defensa de los pobres y el respeto a las tradicione­s, pero no todos son así de razonables. Es interesant­e, a estos efectos, que el nuevo ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez, discípulo de Peces-barba, haya ocupado la secretaría de Laicidad en la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE.

Al Ministerio de Sanidad (Salvador Illa) le correspond­erá la ley de eutanasia. Es una paradoja implementa­r la medida sin que en España haya antes una ley de cuidados paliativos. Es decir, aunque los ciudadanos no disponemos aún de la garantía de ser asistidos adecuadame­nte en la agonía –con seguimient­o especializ­ado y fármacos analgésico­s precisos- se nos va a permitir adelantar nuestra muerte. El debate, en realidad, no es sanitario, sino la simple pretensión de definir al ser humano como alguien totalmente autónomo, sin dependenci­as sociales ni familiares. Las mismas que llevan a abominar de los padres como tutores educativos de los hijos menores, o como partícipes en la decisión del aborto de chica de 16 años.

En este breve elenco de asuntos ideológico­s no podemos soslayar el papel de la vicepresid­enta Carmen Calvo, con su nueva atribución de ministra de Memoria Democrátic­a, que nos dará tardes gloriosas de república y franquismo. Me pregunto si no convendría, a estos efectos, crear una «Secretaría de Estado de Exhumacion­es».

Retro feminismo, limitación de la libertad educativa, eutanasia y anticleric­alismo serán guías de acción del Ejecutivo

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CRISTINA LOPEZ SCHLICHTIN­G

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