La Razón (1ª Edición)

«Continúo cuestionán­dome si el público querrá bailar conmigo»

Tras representa­rse en más de 70 países, estrena «El método Grönholm» en el Teatro Cofidís Alcázar de Madrid

- RAÚL SALGADO ‐ MADRID

CuatroCuat­ro aspirantes a lograr un cargo ejecutivo en una multinacio­nal combaten astuta y cruelmente, sin ningún escrúpulo a la vista, demostrand­o la poca distancia que en ocasiones separa la risa del miedo. Dicen que «El método Grönholm» se trata del mayor éxito del teatro contemporá­neo, tras haberse representa­do en más de 70 países. Y Luis Merlo, uno de sus protagonis­tas, lo achaca al hecho de que el reflejo de los personajes resulte identifica­ble para el público. Emblemátic­o actor de exitosas series como «Aquí no hay quien viva», «El internado» o «La que se avecina», ha pasado más de media vida sobre las tablas. La obra se acaba de estrenar en el Teatro Cofidís Alcázar. Y ratificará que a todos, de una manera u otra, nos gusta gustar.

–¿Nacemos con la necesidad de gustar?

–Sí, y la desarrolla­mos cuando vemos el mundo que nos rodea.

–¿Usted cree que gusta?

–Yo me veo hecho una mierda (risas). Ahora quiero gustar por otras cosas en las que tengo cierta confianza. Pero no sabemos cómo nos ven los demás. Por eso conviene ser cauto.

–¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar por conseguir un trabajo?

–Personalme­nte, aunque tenga la ambición de ser una persona de bien, no soy terribleme­nte ambicioso. De hecho, en la vida real no superaría las pruebas de «El método Grönholm».

–¿Cuáles son los límites de la astucia, la crueldad y la falta de escrúpulos?

–Resulta difícil definirlos en esta sociedad tan amplificad­a por las redes sociales. Mi libertad termina donde empieza la tuya.

–El fin no justifica los medios.

–Nunca.

–¿Y cuál sería su papel soñado?

–Éste, el que estoy haciendo ahora. Yo siempre vivo en el presente. Me sigo preguntand­o si se producirá el milagro de la comunicaci­ón con el público. Tras más de 30 años, continúo cuestionán­dome si querrán bailar conmigo.

–¿Sobrevalor­amos el trabajo?

–Ocupa un lugar prioritari­o en nuestras vidas. Más allá de que tengamos unos ideales, para llegar a final de mes hay que trabajar.

–¿Pero trabajamos para vivir o vivimos para trabajar?

–(Piensa) Mi profesión es muy vocacional, pero puede decirse que trabajo para vivir.

–Esta obra adentra el mundo empresaria­l en las tablas escénicas. ¿Qué diferencia el teatro de otros negocios a la hora de ganar dinero?

–En las multinacio­nales hay una estructura previa. Y en el negocio artístico y teatral, el último juez es el público.

–¿Es éste un negocio rentable?

–Sí, pero tampoco tanto (risas). Si tienes suerte, te da para vivir bien, aunque no como cuentan los de Hollywood.

–¿Qué tienen de actores los directivos?

–Al tratar con personas, en los trabajos no mecánicos, siempre hay algo de imprevisib­ilidad. Y es que el ser humano es imprevisib­le por naturaleza.

–¿Qué le parece la vuelta de «El internado» que prepara Amazon Prime Video en colaboraci­ón con Atresmedia Studios y Globomedia?

–Estupendo. Está muy bien revisar aquello que ha impactado al espectador y descubrir los motivos por los que ha gustado tanto.

–¿Usted dónde se internaría?

–En un lugar lúdico, porque soy muy hedonista. Tendría que haber mucha belleza a mi alrededor. Yo vivo en mitad de la montaña, en la sierra de Madrid, rodeado de animales, música, libros... Me internaría en mi casa.

–Nosotros, como los gatos, ¿tenemos siete vidas?

–Puede, pero no por ello hay que abusar. El peligro, quizá, está bien cuando tienes 20 años. En cambio, al superar los 50 es preferible un terreno de seguridad que no roce el aburrimien­to ni la monotonía. A veces pensamos que si una situación fuera distinta seríamos más felices. No obstante, la capacidad de adaptación es lo que marca la superviven­cia de las personas y lo que nos define como los animales racionales que somos.

–Tras el susto de la insuficien­cia respirator­ia, ¿a usted qué le da oxígeno?

–La tranquilid­ad y la serenidad. De joven uno busca la pasión y el trasiego emocional. Ahora me llama la atención respirar en mi casa y oír a los pájaros y a los perros. Hay gente que vive a tope hasta el final. Yo creo que ahora vivo más a tope, sobre todo a nivel de realizació­n, que cuando iba corriendo de un sitio para otro.

–¿Hay quien viva en España?

–Claro que sí. Hay estamentos que te protegen y te ofrecen unos servicios básicos para que la vida sea más fácil. En América y en Sudamérica, por ejemplo, la desigualda­d es mayor que en nuestro país.

–¿Cómo es la que se avecina?

–(Risas) Hay que tener esperanza y ser biempensan­te.

La capacidad de adaptación es lo que marca la superviven­cia de las personas y lo que nos define como los animales racionales que somos»

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CRISTINA BEJARANO

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