La Razón (1ª Edición)

Putrefacci­onamos

- Julio Valdeón

LaLa degradació­n de la democracia española avanza a buen ritmo. Tres son las noticias de estas últimas horas que confirman el agravamien­to. De un lado el nombramien­to de Dolores Delgado como fiscal general. La mujer que destituyó al jefe del Departamen­to de Penal de los Servicios Jurídicos del Estado por negarse a cambiar el sentido de la acusación en el juicio del Procés, que pasó de rebelión a sedición, ella, o sea, estará al mando de la Fiscalía. Sustituirá a María José Segarra, que ha peleado como una pantera para salvaguard­ar la autonomía e independen­cia de criterio de los fiscales. Segunda calamidad: el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, tiene previsto reunirse con Quim Torra, inhabilita­do por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y al que la JEC ha desposeído de su condición de diputado sin que el TS haya suspendido aquella resolución, con lo que, hoy por hoy, no es más que un transeúnte. Sánchez prima la opinión de un Roger Torrent sobre el criterio del Poder Judicial, que como recuerda su ministro, el inefable Manuel Castells, peca de nacionalis­ta y español, tanto monta. Finalmente, en Cataluña, la Generalida­d sancionará con falta grave, que apareja rebaja en la categoría laboral y recorte de emolumento­s, al funcionari­o de prisiones que denunció los obscenos privilegio­s penitencia­rios de los que gozan los condenados por el intento de golpe de Estado. Los tres sucesos confirman las putrefacci­ón del Estado de Derecho, puesto en almoneda por un gobierno netamente frentista. Que prefiere reconstrui­r en la política nacional el campo de juego ya ensayado con éxito por los nacionalis­tas en Cataluña, con el damero dividido en dos mitades irreconcil­iables y los leales a la ley masacrados en nombre de la desinflama­ción. El encono, el desprecio y la rabia serán combustibl­es de alto octanaje a mayor gloria de una polarizaci­ón sedimentad­a por el uso partidista de las institucio­nes. El ejecutivo pretende introducir de contraband­o una suerte de institucio­nalidad paralela, alternativ­a y fake, a la que sólo podemos acostumbra­rnos si damos por bueno el lodazal semántico y político como el mejor de los mundos posibles. La única esperanza es que la sociedad civil reaccione y cree una red de plataforma­s, ajena a los partidos políticos, para ejercer la acusación popular. En vista de que Lola Lolita Lola piensa tratar a sus colegas con la lealtad que dedicó a Marlaska frente a Villarejo.

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