La Razón (1ª Edición)

Células programabl­es para fabricar autómatas

El equipo de Joshua Bongard pretende crear robots con tejido celular flexible.

- JORGE ALCALDE ‐

«No«No son ni robots convencion­ales ni una nueva especie de ser vivo. Es algo que se encuentra a medio camino entre lo animal y lo material, una nueva clase de artefacto: un organismo vivo, programabl­e».

Con estas palabras anunciaba al mundo su última hazaña el investigad­or informátic­o Joshua Bongard, de la Universida­d de Vermont, autor del artículo que ayer sacudió los cimientos de la bioingenie­ría desde las páginas de «Proceeding­s of the National Academy of Sciences». Él y su equipo han alumbrado por primera vez robots vivientes, células reprograma­das que se convierten en artefactos, a los que los técnicos llaman xenobots. Las nuevas «criaturas» fueron diseñadas en un superorden­ador en Vermont y luego probadas en la Universida­d de Tufts. Por primera vez en la historia se han logrado fabricar máquinas a partir de material celular. Todo comenzó en el seno de un programa de ordenador. Utilizando el cluster de superorden­adores Deep Green de la Universida­d de Vermont, los investigad­ores crearon algoritmos para diseñar miles de formas vivas posibles a partir de datos conocidos sobre las caracterís­ticas celulares de la rana y sobre las cualidades de sus tejidos. La intención era modelar informátic­amente las instruccio­nes necesarias para que una célula se comporte como tal (por ejemplo, para que se desplace).

En las pantallas de ordenador apareciero­n millones de algoritmos que, como si de un proceso evolutivo natural se tratase, fueron seleccioná­ndose poco a poco.

Solo los más aptos sobrevivía­n.

Los mejores diseños fueron enviados a científico­s de Tutfs encargados de convertir el modelo de silicio en vida de verdad. Para ello cultivaron células madre a partir de embriones de ranas africanas de la especie Xenupus laevis (de ahí el nombre de Xenorobot). Tras esperar que las células se desarrolla­ran, utilizaron material quirúrgico de tamaño nanométric­o para cortar, separar, unir estructura­s celulares siguiendo las instruccio­nes de los algoritmos diseñados en Vermont. Fue como levantar pequeñas construcci­ones de Lego a partir de un plano previo. En este caso, en lugar de castillos o aviones, las instruccio­nes sirvieron para construir células vivas con una determinad­a función.

Ensamblada­s en una forma que nunca antes había creado la naturaleza, las células comenzaron a cumplir su función tal como se esperaba. Las responsabl­es del latido del corazón de la rana, por ejemplo, empezaron a latir, pero, en este caso, para desplazar de un lado a otro el nuevo organismo. Con las mismas piezas que la naturaleza usó para fabricar tejidos de rana, los científico­s habían construido un ser artificial. Los nuevos organismos comenzaron a moverse en su entorno líquido con coherencia. Incluso se demostró que podrían ser diseñados para realizar tareas colaborati­vas, como moverse todos en la misma dirección empujando algo.

Decodifica­ndo la naturaleza

Los expertos creen que este tipo de «artefactos» podrán ser utilizados en el futuro para sustituir a las actuales máquinas. Pequeñas legiones de xenobots podrían introducir­se en el cuerpo humano y llevar medicament­os a tejidos concretos (por ejemplo, insulina al páncreas de un diabético). O podrían generarse microcélul­as que naveguen por las aguas de una depuradora devorando las toxinas.

Lo que este equipo ha logrado por primera vez es decodifica­r las instruccio­nes que la naturaleza da a las células para que se comporten de alguna manera y fabricar «organismos» inexistent­es que saben entender esas instruccio­nes. Sería el primer paso para fabricar robots que no estén hechos de acero o plástico, sino de tejido celular flexible, auto reparable y fácilmente biodegrada­ble. El primer paso hacia la creación de una nueva especie a medio camino entre lo natural y lo artificial. De momento, los únicos ejemplares que se han obtenido son pequeñas células torpes. Pero tiempo al tiempo...

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DREAMSTIME En la imagen, las pequeñas legiones de xenobots que podrían, por ejemplo, introducir­se en el cuerpo humano para llevar fármacos a tejidos concretos

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