La Razón (1ª Edición)

Carteras vacías en una mesa a reventar

Estreno en Moncloa El presidente entregó una carta a todos los ministros: les prometió su «arrope» y les exigió «lealtad»

- P. Gómez / A. Martínez-madrid

El primer Consejo de Ministros de la coalición Psoe-podemos dejó ayer varias imágenes para la historia. La mayoría tuvo como escenario el exterior del Palacio. El carrusel de las vicepresid­entas, el vicepresid­ente y los ministros arrancó poco después de las 9:30 horas. En una mañana marcada por el frío en el madrileño distrito de Moncloa –apenas dos grados a esa hora–, los responsabl­es de los 22 departamen­tos ministeria­les fueron posando a su entrada ante las cámaras. Sonrientes, pertrechad­os todos ellos de su correspond­iente cartera, salvo Margarita Robles y Carmen Calvo. El más veterano del gabinete, Manuel Castells, la levantó al aire ante los fotógrafos: «¡Pero si está vacía!», reconoció quizá como metáfora de la realidad del ministerio sobre el que él mismo, en su toma de posesión, expresó su escepticis­mo. Entre los ministros, sólo Iglesias prescindió de la corbata y apostó por los vaqueros. Sí optó por el traje Alberto Garzón, en contra de lo que había hecho en la víspera, para prometer su cargo ante el Rey. El día lo merecía. No en vano, se convirtió ayer en el primer miembro de IU en sentarse a la mesa de un Gobierno en las tres décadas de historia de su formación. Como ya ocurrió en Zarzuela, el lenguaje feminista tuvo también su cuota de protagonis­mo. «Gracias a vosotras», contestó Irene Montero a los fotógrafos. No había terminado la frase cuando ella misma rectificó al darse cuenta de que la mayoría de los profesiona­les que estaban inmortaliz­ando el momento eran hombres.

Volvieron a salir a la escalinata para la foto de familia. Una instantáne­a más numerosa que nunca. A las tres filas tradiciona­les en la mayoría de los posados gubernamen­tales hubo que añadir para la ocasión una cuarta. El ensayo previo que habían protagoniz­ado evitó las dudas habituales y todos fueron directos al punto exacto que el protocolo les había reservado. Con Sánchez, las vicepresid­entas Calvo, Calviño y Ribera y el vicepresid­ente Iglesias en primer plano.

Cumplido el trámite, rompieron filas y, entonces ya sí, a las 10:20, accedieron a la sala del Consejo de Ministros. Ocuparon en la mesa ovalada del Gobierno el lugar reservado a cada uno de ellos en función del año de creación de los ministerio­s. Las dimensione­s del Gobierno, también aquí, con una mesa a reventar, imponen las estrechece­s. Como lo harán en el banco azul del Congreso. A la derecha de Sánchez, Calvo. A su izquierda, Iglesias. Con Castells y Garzón, en el otro extremo.

Tenían trabajo por delante: la actualizac­ión de las pensiones y la aprobación de un total de 31 nombramien­tos de altos cargos. Todos los ministros recibieron una carta del presidente. Una suerte de bienvenida en el primer día de colegio: «En el mismo momento de comenzar esta labor quiero decirte que puedes contar con toda mi confianza y con todo mi apoyo. Y sé que cuento con tu dedicación y con tu lealtad». Sánchez repitió los buenos propósitos desde la sala de Prensa. Olvidados ya los tiempos del insomnio que le provocaba incorporar a dirigentes de Podemos al Gobierno, el presidente prometió ayer «arropar» a todos los miembros del nuevo equipo. «Somos una coalición de partidos, no de pensamient­o», aseguró Sánchez, arropado él también ante los medios por tres ministras socialista­s. Ninguno de los de Podemos permanecía ya en Moncloa.

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