Un adiós sin complejos

Borja Semper Ex portavoz del PP en el Parlamento vasco

Era una despedida anunciada. Hace ya tiempo, sobre todo desde que Soraya Sáenz de Santamaría perdió las primarias para liderar el PP, que Borja Semper tenía decidido marcharse. Hace unos meses, en un restaurante del casco viejo de San Sebastián, frente a una buena comida y un fresco «txacolí» con sus dos grandes amigos, Alfonso Alonso e Iñaki Oyarzábal, se lo dijo sin tapujos: «Me voy, este no es el partido que yo quiero en Euskadi». Borja era un verso suelto en una organización a la deriva, una vez perdida la oportunidad de abanderar otra manera de encabezar a los populares en el País Vasco. Ni estaba cómodo, ni se le quería, ni se le esperaba. Con él se va uno de los últimos eslabones del «sorayismo» en la tierra vasca, siempre dura, inhóspita y arisca en esa

Comunidad tan difícil. Llegó al PP vasco de la mano de Gregorio Ordóñez y se marcha, según él mismo confiesa, con el único recuerdo de aquel gran hombre asesinado por ETA. Piensa que otros utilizan su memoria, y sus amigos de verdad la llevan muy dentro sin alharacas.

Francisco Javier de Borja Semper nació en Irún y se afilió a las juventudes del PP en Euskadi por su amistad con Gregorio Ordóñez y otros compañeros de la Facultad de Derecho en Bilbao. «Éramos cachorros de la libertad», decían entonces ese grupo de jóvenes valientes, unos «gudaris» frente al nacionalismo al cobijo de Jaime Mayor Oreja y otros líderes del PP vasco. Pero pronto hubo fricciones, enfrentamientos y una actitud muy crítica contra la dirección de Madrid. Frente a la ortodoxia dura del partido en Génova trece, Borja quiso articular una especie de aventura más aperturista, no tan flagrante contra el

PNV y, sobre todo, muy donostiarra. En las elecciones del 2009 llegó a articular un lema. «Nos mojamos por ti», en plena arena de la playa de la Concha, en San Sebastián. Allí, junto a otros líderes críticos como Arantxa Mendizábal, antepuso las siglas del partido a su tierra. «Aquí, Guipúzcoa», rezaba en las camisetas de campaña. Era transgresor, heterodoxo hasta el final.

Cuando su amiga Soraya perdió las primarias frente a Casado comenzó su caída. Y la gota que colmó el vaso fue el ascenso de Cayetana Álvarez de Toledo a la cúpula del PP. «¿Dónde estabas tú, Cayetana, cuándo nosotros nos jugábamos la vida?», le retó públicamente ante las críticas de la flamante portavoz contra los populares vascos. A partir de entonces, este joven irunés, atractivo, caústico y sin pelos en la lengua, comenzó a planificar su salida. Hace semanas que una importante consultora le había hecho una jugosa oferta profesional, que no ha dudado en aceptar. «Me voy sin complejos, aunque triste», le dijo a sus íntimos a la hora del adiós.

Un chico poco de derechas, bastante aguerrido y muy donostiarra. Así definen sus amigos a Borja

Semper, en esta hora de la despedida. Vasco de convicción, no nacionalista ni extremista, confiesa que tenía poco que hacer en la nueva dirección popular de Casado, a quien, no obstante, respeta al máximo. Separado, con nueva pareja y padre de tres hijos, siempre fue un «chico para adelante», que dicen en su pueblo de Irún. Encaramado en su tabla de «surffing» sobre las aguas de San Sebastián, ciudad que adora, cierra una etapa de su vida y empieza otra muy diferente. «La política se ha hecho casposa», reconoce con pesar. No le falta razón, visto lo visto. Con Borja Semper, «el Borjita», que decían en el PP vasco, se va un chico elegante, y también, una cierta distinción para hacer política. Ha estado en todas las cocinas del poder nacional, local, parlamentario y quienes bien le conocen destacan su sagacidad y capacidad de pactos, incluso con los adversarios. Pero para él, hay dos clases de políticos, los que crean problemas y quienes los solventan. En este momento, Semper ha preferido lo segundo. Era una mosca que escocía en la dirección nacional y un rasguño en Euskadi. Mejor hacer «mutis por el foro», y a otra cosa.

Comenzó su caída cuando Santamaría perdió las primarias frente a Casado. Dice que se va «sin complejos» pero «triste»