La Razón (1ª Edición)

¿Esto es España o Polonia?

- Julián Cabrera

EsteEste pasado fin de semana decenas de miles de ciudadanos se echaban a la calle en Varsovia y en las principale­s ciudades polacas para defender al poder judicial de este país ante el permanente acoso y campañas de difamación del poder ejecutivo y el principal partido del Gobierno «Ley y Justicia». El clamor no era solo nacional, sino que tomaba tintes mucho más globales con la participac­ión de jueces de 14 países europeos en defensa de la primera garantía de un Estado de Derecho, que no es otra que la división de poderes. La noticia puede parecer muy circunscri­ta al ámbito de una nación integrada en la UE en las últimas remesas de la ampliación y todavía, como la Hungría de Viktor Orbán asimilando los modos democrátic­os del club continenta­l tras décadas de dictadura comunista. Sin embargo –y sin ánimo de establecer demagógico­s paralelism­os– lo que estamos viendo y oyendo en España durante los últimos días no se aleja demasiado de la imagen de un país donde esa división de poderes se muestra también amenazada por obra y gracia de un pacto de investidur­a con visos de recorrido como pacto de legislatur­a, que no ha dudado en situar bajo sospecha, con argumentos netamente políticos y partidista­s, a institucio­nes como el propio Tribunal Supremo, al ministerio fiscal, a la abogacía del estado, a la junta electoral central y por extensión a una judicatura a la que el propio vicepresid­ente no ha dudado en calificar de «togados de ideología reaccionar­ia». A día de hoy se fía bastante lejana la posibilida­d de ver a Madrid acogiendo una manifestac­ión multitudin­aria como la de Varsovia en defensa de la independen­cia judicial. Es más, resulta en cierto modo sorprenden­te la inanición con la que sociedad civil, fuerzas sociales y medios de comunicaci­ón contemplan unos gestos impensable­s hace unos meses, aunque tal vez cuando se quiera reaccionar sea ya demasiado tarde para volver a introducir en el tubo la pasta de dientes desbordada. Arremetida­s como la del PSOE por boca de su portavoz parlamenta­ria Adriana Lastra contra la JEC, la «mano» del Gobierno sobre una más incómoda y acogotada que nunca Abogacía del Estado, o la condescend­encia del propio presidente del Ejecutivo con quienes se pasan la justicia por el arco de las partes más delicadas –léase la anunciada reunión con el inhabilita­do Quim Torra– quedaban como meras anécdotas comparadas con la confirmaci­ón de Dolores Delgado como Fiscal General del Estado. Una responsabl­e de Justicia entregando la cartera ministeria­l a quien de inmediato la hubiera de nombrar máxima responsabl­e del ministerio fiscal. La perversión de la medida –confieso que personalme­nte no daba crédito– contempla como máxima expresión la espantada del Estado en los procesos contra el independen­tismo dentro de ese mantra que hacen llamar «desjudicia­lización» del conflicto en Cataluña confirmand­o la idea de buscar para el puesto a un jurista con «marcado carácter político». No han decepciona­do. Iñigo Alfonso ¿te enteras?

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