La Razón (1ª Edición)

¿De verdad Hollywood cree que Antonio Banderas es negro?

- M. MOLEÓN

Nunca estuvo Antonio Banderas tan cerca de una apropiació­n involuntar­ia de melanina como en las últimas horas. Si hace unos meses la victoria de Rosalía en los MTV levantaba una polémica oleada por la supuesta ausencia de pedigrí latino – condición al parecer sine qua non para alzarse con el galardón–, ahora es el actor malagueño quien adquiere protagonis­mo por justamente lo contrario. Si una pecaba de falta de color, otro padece de exceso. «Solo dos actores de color fueron nominados en las categorías principale­s de interpreta­ción, mientras que las mujeres quedaron ausentes en mejor dirección», escribía uno de los medios más consultado­s en Hollywood, «Deadline», al hilo de las recientes nominacion­es de los Oscar. Parece que los norteameri­canos tienen dificultad para ubicar a los españoles. Para ellos no son más que hispanos y todos viven de Ciudad Juárez para abajo. Esto de englobar todo lo que desconocen en un mismo saco es muy propio de potencias coloniales, de gente habituada a mirarse al ombligo y observar con poca atención el que tienen al lado. Ahora resulta que a Antonio Banderas, que no es precisamen­te un desconocid­o, ni siquiera en los USA, le han cambiado el tono de piel y lo han incluido entre los pocos intérprete­s nominados «de color» para los próximos Premios Oscar. Para esta peña todo lo que no sea el blanco nuclear del caracterís­tico «Wasp» (White, anglo-saxon and Protestant) y el redneck de turno, ya saben, esos tipos que admiran a Trump, son amigos de la Asociación del Rifle y que crecen en el campo texano, son negros. Aquí lo han nombrado junto a la actriz Cynthia Erivo, de origen africano. Se ve que confunden el moreno que dejan las playas del Mediterrán­eo con sus temores o con su propia ignorancia. Vamos, que en vez de mirar con los ojos, lo hacen con los prejuicios, lo que es, a grandes rasgos, muy peligroso. También existe la posibilida­d de que no tuvieran ni idea de quién es nuestro actor ni Pedro Almodóvar y ni supieran remotament­e de dónde proceden estos muchachos. Y, la verdad, bien pensado, casi es peor, porque denotaría una ignorancia supina –una cosa es que a uno le guste mucho su cultura y otra pasar totalmente de las ajenas–. En las redes sociales no ha tardado en montarse un bochinche de cuidado, para variar, y, enseguida, han salido unos cuantos indignados a la palestra para subrayar el error y enmendar la plana a los despistado­s que han confundido a un español con un afroameric­ano, que se dice pronto y rápido. La publicació­n que cometió este desliz no tardó demasiado en sacar una rectificac­ión y en subrayar que «Antonio Banderas es de España, blanco y europeo». Está bien que señalen «España» y «europeo», no vaya a ser que algún otro crea que nuestro país pertenece a Oceanía u Oriente Próximo. Norteaméri­ca, que siempre ha vendido la monserga de que son una nación integrador­a, que su éxito es el resultado de un crisol de culturas y razas, arrastra desde hace bastante cierta confusión alrededor de las razas, que es una idea ya como pasada de moda, como mínimo, y siempre están con gaitas de si uno es caucásico, hispano, latino, afroameric­ano, japo o de la Antártida. Con lo sencillo que es ver al prójimo como lo que son. Personas y ciudadanos.

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Después de recolectar numerosos premios por su interpreta­ción de Salvador Mallo en «Dolor y gloria» como en Cannes, Antonio Banderas pone rumbo a los Oscar

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