La Razón (1ª Edición)

SUSPENSO EN RELACIONES PÚBLICAS

- LUCAS HAURIE

En Enrique Setién Solar, santanderi­no ejerciente de chicarrón del Norte y con una legión de enemigos que él cultiva gracias a un carácter rijoso e intransige­nte, hasta sus más fieros detractore­s ven la virtud de la transparen­cia. Quique no engaña a nadie ni lo pretende, y esa frontalida­d le granjea batallas por doquier, pequeñas pugnas en las que dispendia toneladas de una energía que, a lo peor, le habría hecho falta para construirs­e una carrera a la altura de sus capacidade­s. Porque el sucesor de Ernesto Valverde, sin duda, es un magnífico entrenador. Pero, más indudablem­ente todavía, unas pésimas relaciones públicas lo han lastrado en los dos decenios que lleva en los banquillos, donde alterna brillantes chispazos con cajas destemplad­as. El hipersensi­ble entorno del Barcelona medirá su madurez. Esa asignatura la suspendió en el Betis, a ver si ahora la recupera.

Desde su llegada al Benito Villamarín, Quique Setién se cuidó mucho de dejar claro que su carácter septentrio­nal no casaba con los excesos barrocos de Sevilla, una ciudad con la que hay que relacionar­se desde la desmesura. Para empezar, su menospreci­o del resultado («aquí la gente quiere ganar siempre», se quejó tras el primer revés) era un insulto al bético, deseoso de acercarse a los logros de un eterno rival que se ha convertido en la antonomasi­a del resultadis­mo. Ganara o perdiera, ahí estaba siempre el técnico perorando sobre «una idea», como el misionero del FÚTBOL con mayúsculas que intenta alfabetiza­r a una jarca de bárbaros. No entendió nunca la fiel infantería verdiblanc­a por qué su entrenador anhelaba en cada conferenci­a de Prensa los tiempos felices de Lugo en contraposi­ción a la presión que sentía en Primera o en Europa y alucinó cuando equiparó, en términos de ilusión, la ocasión de una semifinal de Copa con la promoción a Segunda del conjunto gallego.

La grada del Villamarín, famosa por el aliento indesmayab­le a los suyos en toda circunstan­cia (el «manquepier­da» es el lema del Betis), comenzó la temporada pasada a acusar los malos resultados que cosechaba como local un equipo al que los rivales habían pillado el truco. Le permitían sobar la pelota hasta el hartazgo, con larguísima­s fases de posesión inocua, y le asestaban el zarpazo letal en cualquier despiste. En una de esas tardes de frustració­n, la afición cantaba «Quique-veteya» y el entrenador se revolvió: «Pero, ¿qué queréis? Idos a tomar por culo». Y su feble disculpa vía redes sociales, obligado por el departamen­to de comunicaci­ón del club, tuvo su corolario unas semanas después, tras perder en Huesca: «Es increíble cómo empujan sus seguidores. Es la prueba de lo que se consigue cuando todos reman en la misma dirección», declaró a modo de nada velado reproche a los más de 40.000 béticos que acudían como promedio al estadio, a los que se ponía como ejemplo el ánimo de poco más de 5.000 oscenses.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain