La Razón (1ª Edición)

UN GOBIERNO TRUMPISTA

- JULIO VALDEÓN

PedroPedro Sánchez pretende que la Abogacía del Estado sea la del gobierno, tal y como quedó sobradamen­te demostrado cuando decapitó al Jefe del Departamen­to de Penal de los Servicios Jurídicos del Estado por negarse a cambiar de rebelión a sedición la acusación en el juicio del Procés. Sánchez también opina que el Fiscal General del Estado depende del gobierno. Que actúa o debe de actuar como dócil y dúctil instrument­o sometido a su capricho omnímodo. En caso de duda nombra a Dolores

Delgado, anteayer ministra de Justicia muy celebrada por su vicepresid­ente tercero, o cuarto, o quinto, el señor Pablo

Iglesias. Hace apenas un día, en el plató de Antena 3, el líder de Podemos sostuvo que «La señora Delgado, como cualquier funcionari­o público, merece una oportunida­d». Meses antes había explicado que «alguien que se reúne de manera afable con un personaje de la basura, de las cloacas de Interior en nuestro país, debe alejarse de la vida política porque hace daño a la mayoría parlamenta­ria que protagoniz­ó la moción de censura y porque no es aceptable que en este país haya ministros que sean amigos de tipejos como Villarejo». A Sánchez, y por supuesto a Iglesias, que lleva años trabajando para socavar la legitimida­d del régimen constituci­onal, les parece bárbaro regodearse en las (inexistent­es) humillacio­nes sufridas por los jueces españoles a manos de sus colegas europeos. No digamos ya provocar un choque institucio­nal con el CGPJ. El primero, un oportunist­a, un vampiro, llegó al palacio tras drenar los últimos refugios de oposición en su propio partido, eviscerado a conciencia.

El segundo es un chisgarabí­s amamantado en todos los tópicos imaginable­s de la izquierda altermundi­sta y antisistem­a, iliberal y magufa, con cuatro gotas de Pachamama, otras tres de Laclau y un remanente de nostalgia retro por las coloristas concentrac­iones en Seattle contra la OMC. Sin olvidar, como bien explica

Luca Costantini en Aquí mando yo: Historia íntima de Podemos, las enseñanzas, entre Maquiavelo y las Mamachicho, obtenidas de estudiar en Bolonia el instrument­al comunicati­vo de un Berlusconi siempre a lomos de la telemierda. El resultado, como me escribe mi amigo

Adolfo Belmonte de Rueda, es un gobierno de inclinacio­nes absolutist­as. Concebido para aplastar a la oposición, mientras socava el sistema. Un gobierno Bolsonaro, que en la carrera por reinar ha perdido ya cualquier escrúpulo. Un gobierno trumpista, de colmillo autoritari­o, dispuesto a incendiar la convivenci­a, y al que debemos responder con la proporcion­alidad y temple que siempre merecen los gorilas del mundo unidos.

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