LA TRATA DE MUJERES, EN CLAVE «NOIR»
Marta Robles vuelve a poner al detective Tony Roures frente a un durísimo caso
UnUn día le contó Alicia Giménez Bartlett a quien esto escribe que, mientras trabajaba sobre la detective que protagonizaba su exitosa saga, «cada mañana era un buen día porque me esperaba en el ordenador Petra Delicado». A Marta Robles debe haberle ocurrido algo parecido cuando abordaba esta historia junto a su amigo de tinta, el detective y ex reportero de guerra Tony Roures –idealista desencantado y veterano de la desilusión–, que naciera en «A menos de cinco centímetros» y prosiguiera su andadura en «La mala suerte», donde le conocimos ya más curtido, duro y reflexivo.
La trama de este «noir» es dura; muy árida: Roures vuelve a embarcarse en una aventura después de recibir la visita de un viejo amigo, Alberto Llorens, un fotógrafo al que creía felizmente casado con una rica empresaria de Castellón. La triste realidad, según le cuenta, es que tiene problemas conyugales y se ha convertido convertido en un asiduo del club de alterne más famoso de todo el Mediterráneo español. Allí conoció a Blessing, una joven nigeriana atada a una organización de trata por la deuda del viaje y un ritual de vudú –una herramienta para doblegar la voluntad de personas sin esperanza e ignorantes–. Tras ser chapuceramente operada de un cáncer de mama, se convierte en «mercancía estropeada» y es asesinada. Comienza, así, una peligrosa investigación que revelará una trama criminal de trata. Se centrará en las nigerianas prostituidas que son consideradas el último escalafón a causa del racismo en una búsqueda ambientada en Castellón y Benicàssim. Como Petros Márkaris, Andrea Camilleri o nuestro Vázquez Montalbán, entre tantos otros, estamos ante una buena narración policíaca de contenido y denuncia social, en tanto que es el mejor género para tal propósito. Y digo policíaca en el término más amplio, porque reúne tanto la retórica de la novela negra como la de la tradicional novela «enigma». A veces se reconoce la huella chandleriana, por ejemplo, pero también motivos a lo Agatha Christie, como la explicación del caso. Y es que en la obra hay visos de muy buena literatura; no es un ejemplo de narrativa de género sin más.
Suspense dosificado
El retrato psicológico de personajes es incisivo. Tanto la construcción como la trama, así como el manejo de los códigos del género merecen ese levantamiento de cráneo del que hablaba Valle-inclán en «Luces de bohemia». Los mimbres del enigma del crimen están bien cruzados y el lector disfruta de las claves que se le van sugiriendo o de las fases de suspense dosificadas con acierto. Tal concuerda con una novela negra que se precie, la ciudad está descrita vivamente porque la autora parece haberla vivido, al margen de que se advierta una meticulosa labor de documentación o de observación; a la par, la corrupción de los poderosos es expuesta en contraste con sus modos hipócritas y los ambientes altos y bajos están descritos con verosimilitud. Robles ha ganado con cada página escrita. Muchas y muy buenas alegrías literarias le quedan por darnos.