ESTHER TUSQUETS NO MIENTE
LumenLumen celebra sesenta años como referente de la mejor excelencia editorial. Su estudiado catálogo multidisciplinar, las calidades de impresión y su permanente apuesta por la alta literatura avalan una trayectoria ejemplar. Quien mejor dio cuenta de ello fue su fundadora, la escritora Esther Tusquets (Barcelona, 1936-2012), de quien se reimprime «Confesiones de una editora poco mentirosa», unas memorias profesionales que no eluden interesantes aspectos íntimos, certeras apreciaciones culturales y amplias referencias estéticas. Se abre el volumen detallando los orígenes del sello, cuando su familia hereda inopinadamente una imprenta de temática religiosa; la inicial tibieza ante este compromiso se irá trocando en un obsesivo perfeccionismo, en una decidida implicación empresarial e intelectual. Recorren estas páginas los más candentes temas de esta dedicación: las veleidades de los autores, la arbitraria censura durante el tardofranquismo, la competitividad entre agentes literarios, o las posibilidades del mercado hispanoamericano.
Sólidas amistades
Pero resulta insuperable la galería de semblanzas, los retratos de escritores que la editora trató, valorados entre la sólida amistad y la relación contractual: Camilo José Cela, admirado como escritor aunque cuestionado en su trato humano; Delibes, entrañable, solidario y riguroso con la propia obra; Vargas Llosa, de seductora inteligencia y enfermizo perfeccionismo; Carlos Barral, generoso y egocéntrico a la vez; un imponente, cercano y desbordante Neruda, con quien se encontrará, esporádica pero intensamente, en la gris Barcelona de 1967; un Ignacio Aldecoa afable e ingenioso; o Ana María Moix, tan original en su brillante juventud.
Sin abusar de la estas confesiones evocan estados anímicos de intensa emotividad; en el contexto de su amistad con Ana María Matute, tan sensible e infeliz en su primer matrimonio, leemos: «Aquellos tres, cuatro, acaso cinco años, son irrepetibles e irrecuperables, pero es magnífico haberlos vivido, porque acabaron, pero en determinado momento los tuvimos y conservaremos hasta el último aliento su cálido recuerdo». Y la evocación de Carmen Martín Gaite en las penosas circunstancias de su separación de Ferlosio y la muerte de la única hija de ambos. Asistimos al proceso creativo de su primera novela, «El mismo mar de todos los veranos», donde figuraba ya su característica identidad literaria: desinhibición sentimental, miedo a la soledad, añoranza de la juventud y anhelo de la imposible felicidad. Se deja constancia, asimismo, del decisivo papel editorial de éxitos como los cómics de Mafalda o «El nombre de la rosa». De imprescindible lectura.