La Razón (1ª Edición)

«El cielo se tiñó de rojo y se llenó de ovnis»

Los vecinos de Tarragona viven con consternac­ión el accidente y salen a la calle para pedir más seguridad

- MONTSE ESPANYOL%

ComoComo cada tarde al salir de clase, el martes, Aitor, Joel y sus amigos estaban jugando un partido de fútbol en el patio del instituto Joan XXIII, en el barrio de Buenavista, cuando el fuerte zumbido de una turbina les empujo a mirar el cielo. Lo que vieron después parecía el apocalipsi­s. «Apareció una enorme bola de fuego sobre la petroquími­ca de Tarragona y el cielo se tiñó de rojo», cuenta Aitor. «Luego escuchamos una gran explosión», sigue Joel. Su descripció­n de los hechos es desordenad­a porque como cuenta Joel, la velocidad de la luz es más rápida que la del sonido e igual que sucede con los truenos, calculando que la petroquími­ca está a 1 Km, el estruendo llegó 3 segundos tras la explosión.

Antes de oír el «petardazo», Joel ya había cogido la bicicleta y volado hacia casa, en el número 3 de la calle 1. Buenavista es un barrio obrero, construido sobre un montículo que como avanza su nombre tiene «buenas vistas»… sobre la petroquími­ca, el mar y más al sur, la silueta del Dragon Khan. Emoción al cuadrado.

Joel temía por sus hermanas, Aitana y Judith, de 11 y 7 años, que estaban en casa con su madre, Paqui. Pero en la puerta, una placa de aluminio del reactor que voló literalmen­te por los aires, cayó entre su bicicleta y un coche. «Caía lentamente, como mecida por el viento, la cogí y la aparté para que ningún coche chocara», cuenta. Al lado de su casa, en «Cuines i Fusteria Tarragona», impactaron objetos más contundent­es y rompieron toda la cristalera. «No hemos podido abrir», lamentaba su propietari­a.

Ayer, Joel enseñaba a Aitor el trozo de aluminio. Y Aitor le contaba la increíble historia que vivió al llegar a casa. «Si no lo ves, no lo crees, nano», dijo. Tras la explosión, Aitor se resguardó con los profesores en un pabellón. Pero al poco tiempo buscó algún vecino que lo llevar a casa. «Yo soy de Torreforta», dice. El barrio está a 3 Km de la fábrica donde hubo la explosión, Iqoxe. Hasta allí voló la tapa del tanque reactor. «Pasó girando como las hélices de un helicópter­o, a 20 metros sobre nosotros», cuenta José. Estaba con su nieto Derek, de 10 años. La placa perdió altura voló entre edificios hasta impactar contra el tercer piso del número 7 de la plaza García Lorca. Aterrizó sobre el suelo del comedor, que cedió y cayó sobre Sergio Millán, el vecino del segundo- Falleció en el acto. Su mujer acababa de bajar a buscar a una de sus hijas. Ayer los vecinos miraban el agujero incrédulos. Y en el centro de Tarragona, se manifestar­on para pedir seguridad y transparen­cia.

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MIQUEL GONZÁLEZ / SHOOTING José, Paola y Francis miran con incredulid­ad el agujero de la placa que voló del reactor, a 3 km. Impactó contra el edificio y derrumbó el suelo del 3º que cayó y mató a Sergio Millán, vecino del 2º

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