La Razón (1ª Edición)

Colau rectifica sus sospechas sobre el 5G. ¿Qué hay de cierto en que esta tecnología puede afectar a la salud?

Recienteme­nte, el Ayuntamien­to de Barcelona levantaba una polvareda política con un artículo en el que solicitaba una moratoria en la implantaci­ón de la tecnología 5G «hasta que se sepa con certeza que no afecta a la salud». Pero ¿qué hay de cierto?

- JUAN SCALITER ‐

EnEn los últimos días, un artículo publicado en la web del Ayuntamien­to de Barcelona ha generado un gran revuelo. Aunque fue eliminado de la página, el artículo «El 5G no es inocuo» abogaba por «una moratoria al despliegue de la tecnología hasta que se sepa con certeza que no afecta a la salud y al medio ambiente». También se instaba a usar lo mínimo posible los dispositiv­os (móviles y tabletas principalm­ente) que utilicen esta tecnología, recurrir a las conexiones inalámbric­as solo cuando sea necesario, apagar el wifi y el móvil mientras se duerme y no llevar los dispositiv­os conectados muy cerca del cuerpo, ya que, según los autores del texto, estos gestos y el despliegue de la red 5G aumentarán notablemen­te la exposición a los campos electromag­néticos de radiofrecu­encia, que genera efectos para la salud como cáncer, enfermedad­es cardiovasc­ulares, daños neurológic­os, deterioro cognitivo, trastornos del sueño, infertilid­ad, estrés oxidativo... particular­mente en «personas electrosen­sibles».

Vamos por partes porque todo esto merece una explicació­n. Podríamos decir que esta paranoia por cómo nos afectan los móviles comenzó ya en 2000, cuando Bill P. Murray (médico experto en el impacto de los rayos X en el cuerpo humano) realizó un análisis para el Estado de Florida y determinó que la radiación de tipo electromag­nética, en especial, las ondas de radio, podían «ser un grave peligro para la salud». Murray midió el impacto de este tipo de radiación en el tejido cerebral y los resultados daban cierto temor. El problema es que las ondas que midió, las de radio, son de una frecuencia tal que apenas si llegan a tener incidencia sobre la piel y Murray las midió sobre tejido cerebral. Es decir, si no tuviéramos ni piel, ni huesos, el impacto del móvil sí podría resultar dañino para algunas personas y en ciertas dosis. Pero gracias a la barrera dérmica, apenas tiene incidencia en nuestra salud.

Por otro lado, muchas fuentes citan un estudio publicado en 2011 por la OMS en el que 30 científico­s internacio­nales, parte del grupo de trabajo de la Agencia Internacio­nal de Investigac­ión sobre el Cáncer, se reunieron para evaluar el riesgo de desarrolla­r cáncer como resultado de la exposición a estas radiacione­s. Los resultados del estudio publicado en «The Lancet Oncology» señalan que «es posible una interpreta­ción causal entre la exposición a las ondas utilizadas por los móviles y el glioma». Investigac­iones más pequeñas respaldaro­n una conclusión similar para el neuroma acústico, pero la evidencia no fue convincent­e para otros tipos de cáncer. Para llegar a esta conclusión se analizaron cinco casos individual­es y se compararon estudios en animales. La evidencia, y de esto es a lo que se agarran los que están en contra del uso del móvil por sus efectos en la salud y llevaron a la OMS a calificarl­os como «posiblemen­te cancerígen­os para los humanos (Grupo 2B)».

Lógicament­e, esto asusta. Pero si miramos qué otros nombres forman parte de este Grupo 2B en el listado de la OMS, vemos a las hojas del aloe vera, los gases de escape de gasolina, los vegetales en escabeche y medicament­os como anticoncep­tivos de progestero­na, oxazepam y sulfasalaz­ina.

que, si vamos a hacer campañas de móviles, en contra de uso por razones de salud, también deberíamos estar en contra de los cosméticos con aloe vera y de las conservas encurtidas.

De hecho, la OMS señala que, «hasta la fecha, no se han confirmado efectos adversos para la salud de la exposición debajo nivel a largo plazo a campos de radiofrecu­encia o frecuencia industrial, pero los científico­s continúan investigan­do activament­e esta área». Al mismo tiempo, la Comisión Federal de Comunicaci­ones de Estados Unidos afirma que «a niveles relativame­nte bajos de exposición a la radiación de radio frecuencia, es decir, niveles más bajos que los que produciría­n un calentamie­nto significat­ivo, la evidencia de la producción de efectos biológicos nocivos es ambigua y no está comprobada».

Los electrosen­sibles

También está el tema de las personas electrosen­sibles. Más allá de que nunca se ha demostrado científica­mente esto, la OMS ha sido muy clara al respecto. La hipersensi­bilidad eléctrica o EHS «se caracteriz­a por una variedad de síntomas no específico­s que difieren de un individuo a otro. Los síntomas son ciertament­e reales y pueden variar ampliales mente en su gravedad, cualquiera sea su causa. La hipersensi­bilidad electromag­nética no tiene criterios de diagnóstic­o claros y no hay una base científica para vincular los síntomas de EHS con la exposición a las radiacione­s vinculadas a dispositiv­os móviles. Además, EHS no es un diagnóstic­o médico, ni está claro que representa un solo problema médico». Queda dicho: los síntomas no son específico­s, no hay criterio de diagnóstic­o, pueden varias las reacciones y no existe un diagnóstic­o médico.

Es importante comprender que existe una enorme diferencia entre «no se han detectado efectos negativos» y «se desconocen los efectos negativos». Del mismo modo que el estudio de Murray detectó importante­s reacciones del tejido cerebral, realizar un estudio y no identifica­r efectos adversos es una forma de decir que no los hay, no que no los vieron.

De acuerdo con Andrew Wood, responsabl­e del Centro Australian­o Multiinsti­tucional para la Investigac­ión de Bioefectos Electromag­néticos, «a medida que aumenta la frecuencia de las ondas electromag­néticas, la profundida­d de penetració­n en los tejidos biológicos disminuye, por lo que la piel y los ojos, en lugar del cerebro, se convierten en los principaas­í órganos de preocupaci­ón. El obstáculo básico es que los niveles de potencia involucrad­os en las telecomuni­caciones móviles e inalámbric­as son increíblem­ente bajos, lo que, a lo sumo, produce aumentos de temperatur­a en el tejido de unas pocas décimas de grado. Por lo tanto, detectar cambios biológicos inequívoco­s es muy difícil».

Se seguirá investigan­do porque los científico­s no cesan en su empeño de confirmar por todos los medios las evidencias, pero, por ahora, todas ellas indican que los móviles y el 5G no son dañinos para nuestra salud. ¿Por qué entonces muchos se empeñan en señalar esto? ¿Por qué Barcelona, sede del evento de telefonía móvil más importante del mundo, apoyó en un momento dado la idea del 5G como algo dañino?

Básicament­e y sin entrar en apreciacio­nes políticas, las creencias se sostienen con mucha más facilidad que los argumentos, que hay que comprender­los, razonarlos y evidenciar­los. Basta decir «yo creo que el 5G es dañino», sin dar argumentos y sin revisar los pocos estudios que lo apoyan, para no necesitar una base sólida sobre la cual sustentarl­o. En cambio, para convencer a alguien que no hace daño puede que nunca haya argumentos suficiente­s.

«A pesar de las advertenci­as, España y Cataluña... apuestan por esta tecnología y quieren ser pioneros sin aplicar el principio de precaución»

«La OMS calificó los campos electromag­néticos de radiofrecu­encia como cancerígen­os de nivel 2B, es decir, como posiblemen­te cancerígen­os»

«Súmate al movimiento Stop5g y pide una moratoria al despliegue de la tecnología 5G hasta que no se sepa con certeza que no afecta a la salud y al medio ambiente»

«No lleves el teléfono móvil ni el portátil muy cerca del cuerpo»

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Unas jóvenes observan a la alcaldesa de Barcelona durante un trayecto en metro
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