El tren de la bruja

Dirección: Albert Pintó. Guión: Ramón Campos, Gema R. Neira. Intérpretes: Begoña Vargas, Iván Marcos, Bea Segura, Sergio Castellanos. España, 2020. Duración: 104 minutos. Terror.

No es lo mismo «El anticristo» que «El exorcista». Ni tampoco «Holocausto 2000» que «La profecía». No estamos diciendo que Albert Pintó sea el nuevo Alberto di Martino, porque la factura de «Malasaña 32» está a años luz de aquellas memorables «exploitation» italianas, pero comparte un sentido lúdico del género que resulta de lo más saludable. Aquí los modelos son el cine de fantasmas de la factoría Wan –de «Expediente Warren» a «Insidious»– y, a un nivel local, la «Verónica» de Paco Plaza. Los sustos se suceden en una auténtica recreación del tren de la bruja de esas ferias setenteras que se celebraban a unos centenares de metros del céntrico barrio madrileño, en un festival para «gourmets» del cine de terror que reconocerán en una canica revoltosa la pelota de «Al final de la escalera»; en una perversa cita al programa infantil postfranquista «Un globo, dos globos, tres globos» la televisión maligna de «Poltergeist»; y en una mecedora juguetona la que acunaba al cadáver materno de «Psicosis». Consciente de hacer un remix de clichés al por mayor, Pintó parece disfrutar con sus melodías disonantes. La impagable aparición de Concha Velasco como médium vestida de Galerías Preciados corona un conjunto que hay que aplaudir sin prejuicios.