La Razón (1ª Edición)

La firma

- Carmen Morodo

IdaIda Vitale tiene casi cien años. Cien años hace que nació el extraordin­ario Mario Benedetti. La firma de Benedetti es una de las más leídas y no sólo en el mundo hispanohab­lante. Ida y Mario son uruguayos, poetas, y compartier­on la «generación del 45». Los dos acumulan premios. Ella ha llegado a tocar el Cervantes; a Mario, le quedó el sabor amargo de no alcanzarlo. Si Ida se hubiera llamado Luis Alberto, Julio César o Sebastián es posible que hubiéramos tenido menos reparos a la hora de leer su obra y que hoy fuera tan popular como lo es Mario.

El género de la firma ha condiciona­do durante siglos el éxito y el fracaso de la obra literaria, científica y política. Y todavía sigue siendo un condiciona­nte de la vida de una persona, según dónde estemos y de qué hablemos. En política las firmas que de verdad mandan siguen siendo mayoritari­amente masculinas. Las decisiones claves las firman hombres, salvo excepcione­s que aplaudimos como si formáramos parte de la tripulació­n de la ficción «Away» y fuéramos Hilary Swank pisando Marte.

Y encima, con la ventaja de que esas firmas que son la punta de la cima, de género masculino, nunca se manchan dejando pruebas en las decisiones más oscuras y turbias. Un presidente del Gobierno, por ejemplo, firma los Reales Decretos, los nombramien­tos..., pero no firma las órdenes que se saltan la línea roja. Tampoco lo haría, si llegara a esa punta de la cima, la firma femenina. En estos días, un intercambi­o de mensajes con un presidente autonómico del PP me dio la clave. «Nunca se podrá ir a por él porque ningún presidente del Gobierno deja pruebas». Sin firma, no hay delito. Mi confidente sigue desahogánd­ose: «Y por la vía política no hay nada que hacer, Pablo está atado de manos con esa herencia. En las bases todavía le tienen aprecio, y si la solución de hacer como que no sabemos. lo que sabemos, es mala, cualquier otra sería peor».

Estas firmas que no firman, como la que no ha aparecido en la Kitchen, siempre se sirven de las lealtades mal entendidas y de las ambiciones mal medidas. Y en este caso, por ser honestos con los hechos, también de la ayuda de alguna otra firma, del otro género, y que es posible que no conozca a Ida. «Ser humano y mujer, ni más ni menos». Vitale escribió uno de los poemas más bellos sobre la libertad y la igualdad con el título de «Fortuna».

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