El Teatro Real estudiará «alternativas» tras el motín en el «gallinero»
Las protestas de un grupo de espectadores por unas medidas de seguridad que consideraban insuficientes provocaron una suspensión inaudita y un aluvión de críticas a la institución
«No se trata de una cuestión de clase». Así de rotundo cerró ayer su intervención y la polémica Gregorio Marañón, director del patronato del Teatro Real, en la rueda de Prensa de urgencia que la institución ofrecía para aclarar los incidentes del domingo por la noche, que obligaron a la suspensión de la ópera «Un ballo in maschera». Marañón, que dijo sentirse «profundamente triste» por el desarrollo de los acontecimientos y que aprovechó para pedir perdón tanto a los afectados que prefirieron reacomodarse como a los que no, hizo especial hincapié en la igualdad entre los asistentes «más allá del tipo de entrada que hubieran comprado».
Quejas del gallinero
La programación, que habían inaugurado en la noche del viernes los Reyes sin ningún tipo de contratiempo, estaba agendada a las ocho de la tarde. Para cuando llegó la hora de levantar el telón, la protesta de un grupo de asistentes de la zona denominada Paraíso (comúnmente, «el gallinero ») impidió que la nueva normalidad pudiera hacer acto de presencia. Primero con un coro de aplausos y luego con algún que otro abucheo, muchos ocupantes de la zona más económica (15 euros) veían un agravio comparativo entre las distancias de seguridad establecidas para con sus asientos y las del patio de butacas, mucho más espaciadas y con entradas considerablemente más caras (229).
Tras la salida del recinto de varios asistentes, a los que se recordó por megafonía que podían solicitar la devolución de sus entradas, parecía que podría retomarse la obra con la media hora de retraso correspondiente. A partir de aquí es donde las contradicciones y solapamientos complican el relato. La versión del Teatro Real reza que, después del primer incidente, «un grupo minoritario» de asistentes siguió con la protesta, desmereciendo los intentos del director Nicola Luisotti con el fin de «boicotear la representación». «Es la primera vez que ocurre y estudiaremos medidas alternativas, echándole imaginación y esfuerzo para las próximas funciones», afirmó Marañón explicando la suspensión definitiva de la ópera cuando pasaban diez minutos de las nueve. Si bien el mantra, repetido hasta la saciedad, de que el virus no entiende de clases sociales atiende a criterios meramente científicos y epidemiológicos, lo cierto es que la suspensión de un Verdi en el Real levantó reacciones de todo tipo. Así, Rosa Montero, allí durante el conato de representación, escribió en redes sociales: «Me temo que ha sido más completa incom- petencia que discriminación». El Teatro Real justifica las distancias con la presencia de la Policía Municipal, que dio su visto bueno, y también con la normativa de la Comunidad de Madrid: «El aforo del Teatro Real era inferior al 75% establecido en la normativa del Art. 34.1 de la Orden 668/2020, en el que además se incide en una distancia de seguridad de 1,5 metros o, en su defecto, el uso de mascarilla obligatorio», replicaban sistemáticamente ante el aluvión de críticas en redes. Lo cierto es que en la medida, promulgada por la Consejería de Sanidad, el orden del «o en su defecto» cobra una importancia capital, ya que se usa para dar a elegir entre la sacrosanta distancia de metro y medio o, y esto es clave, «la utilización de medidas
El sistema de abonados del Teatro Real no permite bloquear las entradas colindantes, lo que sí ocurre en los cines Expertos como Martínez de Tejada creen que el protocolo es «correcto» pero depende «mucho de su aplicación real»
alternativas de protección física con uso de mascarilla». Así pues, aunque el Real no haya excedido en ningún momento el aforo permitido e incluso lo haya reducido de buena fe en casi 25 puntos porcentuales, dicho aforo se aplica al total de las localidades y no a la segregación por zonas que marcan las entradas. La explicación de una decisión así sin contexto siendo ya el estándar, tal y como explicó Marañón en la rueda de Prensa, viene por la reserva de abonos de la parroquia habitual. Frente al sistema de cines y otros teatros en los que la compra de uno o dos asientos bloquea los colindantes, la institución explicó que ello es inviable con el sistema de abonados del Real y que estos «tienen derecho a sentarse en su asiento comprado previamente».
¿Está entonces el problema en el propio protocolo de la Comunidad de Madrid y en lo que permite? No. Microbiólogos como Guillermo Martínez de Tejada, de la Universidad de Navarra, creen que es «correcto» pero que «depende mucho de la aplicación real». Así, opina que «el riesgo tiene mucho más que ver con factores como la ventilación o la propia colocación de la mascarilla que con la distancia entre las personas». «Quizá», continúa el experto, «es más efectivo controlar que se cumple el protocolo a endurecerlo o cambiarlo». No en vano, los 1,5 metros que marca la Consejería de Sanidad no son aleatorios y hacen referencia a la velocidad a la que viaja el virus por el aire.
«Tampoco podemos dejarnos llevar por la psicosis y por la aplicación de medidas que vayan en contra del propio disfrute del espectáculo», detalla, que, por otro lado, no está de acuerdo con el uso de mamparas o separaciones físicas que, de no ser correctamente instaladas o desinfectadas, podrían «ser un elemento más nocivo que útil», explica.
Espactáculos seguros
Sin un pronunciamiento oficial por parte del Ministerio de Cultura y Deporte ni de la Consejería autonómica, la escena ha recibido la noticia en lo que definen como «el peor momento posible». Después de manifestaciones como la de la semana pasada, que agrupaba a los trabajadores de la cultura bajo el movimiento Alerta Roja, las reflexiones van en la línea de Ana Belén Santiago, responsable de coordinación artística del Teatro del Barrio: «No puede darse la imagen de que acudir a espectáculos en vivo es peligroso. La normativa del 75% hace que la imagen del gallinero sea más común de lo que parece, pero si es lo que recomiendan los expertos es porque es viable para tener salud social y salud cultural». «Creo (remata Santiago) que ese caos obedece también a que a muchos el miedo nos está cercano por primera vez».