«ES LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD PARA DEJAR DE SER TARDO" FRANQUISTA DE UNA VEZ POR TODAS»
DadoDado que Carmen Calvo es la comisaria política para los asuntos de la memoria democrática, cuando ayer en el Senado se dirigió al PP llamándole «tardofranquistas», habrá que entenderlo como un elogio. Es decir, el PP avanza adecuadamente.
Franquista es directamente un insulto, una descalificación generalmente empleada no tanto para degradar al insultado –que tanto le debe dar– como exaltación y autoelogio del que injuria. En España, ya ni llamarte facha ofende, incluso dependiendo de quien te lo diga, hasta halaga. el tardofranquismo es la última etapa del régimen, que no por se san gri entamen teflebí ti ca, no dejó de ser próspera hasta para los analistas de inspiración marxista –las «condiciones materiales», decían–, incluso felizmente libertina para los antifranquistas que tenían un gineceo en la célula, una «éducation sentimentale» que hoy, aún alcanzando los últimos objetivos de igualdad, se añora. Habría que haber visto a Pablo Iglesias, hijo, esos días de trencas y leotardos. El franquismo fue la acción canalla y descarnada, arremangada, mientras el tardofranquismo, como el segundo imperio, es un concepto socioecómico utilizado por los historiadores, en el que estaba ya la simiente de lo que vendría luego, en pura ortodoxia de Marx. Así que descalificar con una categoría sociológica no deja de ser un atraso, como aquellos que preferían el arado con mulas al tractor. La pobreza –lo estamos viendo estos días– es el mayor capital que tienen los revolucionarios profesionales. En aquellos días de arte y ensayo estaba en juego lo que España iba a ser, incluido ella misma sentada en el Consejo de Ministros. Y algo que ahora se dirime cuando se apunta ala Transición: forcejeaba la fuerza de la voluntad que quería alcanzar el socialismo sin pasar antes por un régimen parlamentario, contra es mecánica lenta de la historia que nos iba a conducir a algo tan banal como la democracia. La comisaria Calvo demuestra un grave desconocimiento de lo que se estaba jugando los últimos años del régimen que la llevó al Gobierno. Y mucha ingratitud: después de todo, el PSOE fue un partido del tardofranquismo.