Lo que necesitas es amor

Son malos tiempos para el amor. Me cuentan del enfado que le produjo a un hijo el enterarse de que su madre le hace la compra a su hermano (su otro hijo), y de que, los domingos, cuando va a comer, ésta le pone un taper con sobras de la paella. Obvia que aquel tiene dos niños, está en un ERTE y que, desde hace tres meses, carece de ingresos mientras que él tiene empresa e ingresos.

Uno opta por la rabia –producto resultante o daño colateral del egoísmo cuando hace migas con el miedo– y no por la generosidad, porque es imposible empatizar con un semejante cuando, debido al dinero, poder o fama que posee, se considera que todo lo humano nos es completamente ajeno (ausencia de auto empatía). ¿Qué nos pasa? ¿Qué mal nos aqueja? El peor virus que afecta a la población no es nuevo, hace tiempo que pulula entre nosotros infectando a muchos, es el egoísmo atroz que, ahora, con la erupción del miedo que trajo consigo el maldito Covid-19 y la crisis creada a su paso, ha arreciado. A los egoistones, disociados de su propia humanidad, la enfermedad les suele propinar una bofetada de realidad. La falta de amor mata. Los ancianos mueren envueltos en la soledad que ha tejido en su corazón el desdén de sus hijos.

Muchas familias no son ya sino agrupaciones temporales con aires de pequeña empresa que aspira a llegar a final de mes. Hay hijos que se desentienden de sus padres mayores porque ninguno quiere ser el que cargue con los gastos y la resolución de un problema de salud, como si los padres fuesen una empresa de la que poseen acciones y les tocase pagar proporcionalmente a su accionariado. Nos sobra materialismo y nos falta la mejor medicina: el Amor, curalotodo universal.