LA OBRA DE BREKNER QUE EE UU ENTERRÓ PARA DESGRACIA DEL FÜHRER
EntreEntre las variables del axioma de una reforma cabe encontrarse con una sorpresa. Si la sorpresa es una obra de arte, aparece la estadística; si el lugar de la reforma es el patio trasero del museo Dahlem de Berlín, quizá se quede en anécdota; si la pieza encontrada es una rareza del escultor favorito de Hitler, la matemática se hace verbo y el debate empieza a buscar una solución. «Romanichel», un retrato en mármol al que ponemos cara ochenta años y una Guerra Mundial después, es obra de Arno Breker y ha sido descubierto durante las perforaciones que ha permitido la pandemia. Esculpida a principios de 1940 tras un viaje a la Roma de Mussolini, la escultura mide 90 centímetros de alto y llevaba perdida desde 1945. «Lo más probable es que fuera enterrada por los soldados estadounidenses que vaciaron el museo para convertirlo en base de operaciones, produciendo daños irreparables en la estructura», explica Dorothea Schöne, directora de unas instalaciones que también sirvieron de estudio al escultor. Aunque no se alzara en la cúpula del arte nazi al mismo nivel que su amigo y arquitecto del régimen Albert Speer, la figura de Breker siempre ha sido polémica en los entornos del arte alemán. Ahora la academia ha de elegir entre sus tres reacciones favoritas: llevarse las manos a la cabeza, comenzar a sudar tinta reaccionaria reaccionaria o desanudarse el nudo de la corbata. El revisionismo, siempre que se entienda mejor que en Hollywood, no es otra cosa que un estudio del contexto. ¿Es menos arte uno que hasta Hitler, ese ser abyecto, podía apreciar? ¿Debemos tomarla con unos soldados que obedecían órdenes y no tuvieron elección? ¿Es la propia Kunsthaus Dahlem una institución que debería «repensarse», como se dice ahora, por su origen dictatorial? La historia nos brinda pocas oportunidades como esta para dejar de lado las simplificaciones y, de una vez por todas, abrazar la complejidad del patrimonio y situarlo en el lugar de privilegio que se merece.
«¿Es menos arte uno que hasta Hitler, ese ser abyecto, sabía apreciar?»