Corre, Raúl Arévalo, el tiempo ya se está acabando
Protagoniza «Black Beach», el thriller de Esteban Crespo que ha rodado en el continente africano y estrena en salas el viernes
En los albores de su carrera interpretativa, con un ligero canallismo incipiente de veinteañero pegado naturalmente a la cara, un color indeterminado ya vaticinó su talento. Desde ese momento, los matices de la paleta se fueron volviendo más luminosos, diferentes, intensos. Ha sabido manejarse con destreza en «Siete mesas de billar francés» gracias a las directrices de Gracia Querejeta, ha ejercido de diácono colmado de dolor y desconcierto tras su paso por la cruenta Guerra Civil en «Los girasoles ciegos», ha demostrado su ira como director, investigando como detective macabros asesinatos en la España de los setenta, ha sido el primo del que todos querrían recibir consejos después de una decepción amorosa y ha movido el culo con desenfreno bajo las órdenes de Almodóvar.
Pero nunca antes, sin embargo, Raúl Arévalo había corrido tanto. «Esta película empieza siendo un thriller político hasta evolucionar poco a poco hacia unode
acción puro y duro muy trepidante. Para ser capaz de afrontar físicamente por ejemplo los últimos veinte últimos minutos de la trama me tocó correr durante muchos días para prepararme. Hacerlo por África con un 95%
de humedad y con el calor que hacía durante once horas fue duro. No podía evitar pensar todo el rato en los americanos. Joder, qué preparados tienen que estar para afrontar esos rodajes tan locos y extremos», comenta el actor al otro lado del teléfono acerca de la exigencia física que supuso para él uno de sus últimos trabajos en la gran pantalla. En esta ocasión Arévalo se enfunda en un traje de hombre de negocios, de esos con raya diplomática cuyas costuras asneasta
fixian y condicionan, que ambiciona convertirse en el socio de una gran empresa. Para ello deberá claudicar con determinados principios e intermediar en el secuestro de un ingeniero ubicado en el caótico territorio africano. En «Black Beach», el ciEsteban ciEsteban Crespo («Amar») pone de manifiesto a través de unos personajes tallados con las fibras de su pasado la arbitrariedad con la que funcionan los procesos comerciales con países subdesarrollados, lo extensible que resulta la corrupción moral en los diferentes estratos de la sociedad y las dificultades que entraña la lucha abierta entre lo que quieres ser, lo que eres y lo que fuiste.
El sitio donde naces
Esa suerte de contradicciones, son, tal y como señala el propio Arévalo, «algo inevitable». «Creo que desde siempre ha existido una división entre buenos y malos, aunque personalmente me ha gustado toda la vida moverme en una escala de grises. El sistema corrupto en el que vivimos hace que haya muchas desigualdades y que, de alguna forma, si tienes algo parecido a la conciencia social o manifiestas sensibilidad como primermundista por las cosas que ocurren fuera de tus fronteras, vas a acabar cayendo en las contradicciones más pronto que tarde», añade. Sin visos de esperanza, el actor de «La isla mínima» se resigna ante la posibilidad de un cambio: «Difícil solución tiene todo esto por no decir ninguna. Rodando en África te das cuenta de que no vale lo mismo una vida u otra y eso, por desgracia, lo determina el sitio donde naces».