La Razón (1ª Edición)

Buenafuent­e, para hacer comedia solo hay que imitar al Gobierno

- Jesús Amilibia

Le han concedido a Andreu Buenafuent­e el Premio Nacional de Televisión que entrega el Ministerio de Cultura y el agasajado ha dicho: «Hacer comedia dentro del drama, algo que todavía sigue, ha sido muy complicado». No sé yo. Sé que es difícil desde su esquina, pero solo tenía que asomarse a la vida cotidiana y fijarse un poco en el vodevil del Gobierno, un manantial de gags que brota gratis y a diario, para que le quedaran los programas niquelados. Es fácil ser humorista teniendo a todo un Gobierno trabajando para ti, palabra, pero siempre que decidas que es bueno, sano y necesario reírse de los unos y de los otros, sobre todo, de los que tienen el poder. Por ejemplo, ahí está la llamada Ley de Memoria Democrátic­a, que es un viaje al pasado para que olvidemos el presente, un Imserso al Benidorm del franquismo a modo de trampantoj­o para ocultar la estulticia. Resucitan tantas veces a Franco que el dictador muerto es ya un zombi que se pasea por la Moncloa como los fantasmas en los castillos de los lores ingleses.

Iván Redondo le saluda cuadrándos­e.

Una compañía aérea ha inventado los vuelos a ninguna parte. Vas al aeropuerto, facturas las maletas, pasas los controles, montas en el avión, te dan el zumo de naranja, dice unas palabras el comandante, y al ratito bajas y esperas el equipaje. Una gilipollez digna de este tiempo, nadería de carácter ministeria­l. Es algo que nunca haría Fernando Simón, el portavoz sanitario que se busca a sí mismo en el fondo del mar observando fijamente a un pulpo, animal muy inteligent­e con tres corazones al que todavía no han prohibido los abrazos. Si se ha encontrado, ya tiene frase para otra camiseta. Lo que me tiene viviendo sin vivir en mí, y así le grito a la tele, es que Pedro Sánchez esté tan preocupado por la memoria cuando el éxito de su política, incluso de la política en general, se basa en el rápido olvido de los gobernados de todo aquello que sus gobernador­es dicen, hacen o prometen. Por eso, Él escribe y firma en el libro de honor de la Comunidad la frase histórica «la unión hace la fuerza» con la certeza de que nadie se acordará de ella mañana. Un viaje a ninguna parte.

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