Indultar al separatismo para derrotarlo
Jordi Pujol estableció una hoja de ruta clara para inocular el sentimiento nacionalista y lograr la independencia de Catalunya en un plazo de 30 años. Pujol trazó una exitosa hoja de ruta para conseguir introducir el nacionalismo en todos los ámbitos, el llamado «Programa 2000», un complejo compendio de estrategias, el «nation building»oreprogramaciónnacionalista, del que ahora sufrimos letales consecuencias.
El objetivo era ganar la independencia, a través de un férreo control en todos los ámbitos de la llamada sociedad civil, invirtiendo recursos en la creación mitológica de una nación inventada, eliminando de facto la lengua común, en un proceso destructivo de la idea de España, propagando en primer lugar la autoestima autóctona y la divulgación de la «Configuración de la personalidad catalana» (más cultos, más modernos, más cívicos, más solidarios, más europeos que el resto de los españoles); un segundo paso de enorme manipulación histórica (Catalunya milenaria en guerra permanente contra España), fomentando fiestas populares impostadas, tradiciones, costumbres y un trasfondo mítico expandido hasta el último rincón de Cataluña. Un tercer aspecto era fortalecer el sentimiento europeísta a través de la conexión carolingia y desvinculándola de la Hispania Goda, y propagando hasta la saciedad que Cataluña es una nación discriminada que no puede desarrollar libremente su potencial cultural y económico. La lengua catalana usada como elemento mollar e ideológico, propagando una sociedad civil viva, cohesionada, con conciencia de pertenencia, generadora de riqueza material y espiritual frente a una Castilla expoliadora (Espanya ens roba). Todo ello embelesado en el marco final del proceso de autodeterminación sustituido por el eufemismo del llamado «Dret a decidir», la exitosa falacia argumental, que no existe ni en la práctica internacional, ni en el derecho constitucional, ni en el lenguaje político comparado, pero que se trata de una maniobra retórica inteligente que traslada el debate nacionalista al terreno democrático.
Al nacionalismo identitario le queda la manipulación propagandística de los políticos presos, como última baza para mantener el pulso al estado. Indultar a los políticos y activistas condenados eliminaría un concreto y contundente elemento de conflicto, haciendo más fácil la reconciliación y la cooperación entre ciudadanos y entre administraciones, restableciendo la convivencia y la reconciliación entre catalanes, contribuyendo a cerrar una etapa que se ha carac
terizado por el alto nivel de confrontación y conflicto existentes en el seno de la sociedad catalana, y que elimina el relato de persecuciónquelosseparatistaspropagan. Desde la firmeza en la defensa del marco constitucional el indulto no debe ser visto como una connivencia ideológica o política con los condenados, o compartir los fines o los medios que les movieron a actuar en la forma descrita por la Sentencia que los condena, ni cuestionar la conformidad a derecho de la Sentencia. El Estado de Derecho es también un mecanismo de represión mínima y de respeto máximo por los derechos y libertades, pero la condena a sus autores y la larga permanencia en prisión de aquellos que el Tribunal consideró culpables en mayor grado ponen de manifiesto la vertiente punitiva del Estado de Derecho, el indulto mostraría el aspecto integrador del mismo y la capacidad de cerrar un episodio de confrontación mediante una invitación a la reconciliación.
Que España sea capaz de generar un relato de integración y reconciliación debe ser la premisa de nuestros gobernantes. Indultar a los separatistas de la cárcel es un primer paso. El segundo es sacarles del Palau de la Generalitat.