Lukashenko toma posesión a espaldas de su pueblo
Alexander Lukashenko habría querido una toma de posesión más fastuosa y festiva, y seguramente ya la tendría planeada al detalle el día que ganó las elecciones, pero desde el 9 de agosto han pasado tantas cosas en Bielorrusia que el eterno presidente puede considerarse afortunado por el hecho de haber llegado a esa anhelada investidura que por fin se celebró ayer. Con el más absoluto secretismo, «Lukashenko prestó juramento en lengua bielorrusa, después firmó el acta y la presidenta de la Comisión Electoral (…) le entregó el certificado de presidente de la república de Bielorrusia», según la agencia estatal Belta, único medio que ha dado la noticia. Y con el silencio como consigna, Minsk se cerró al tráfico durante la mañana de ayer sin previo aviso para evitar que la oposición convocara otra protesta. Ante la asistencia de los parlamentarios afines y las autoridades que permanecen a su lado, Lukashenko Lukashenko protagonizó la ceremonia en el Palacio de la Independencia de Minsk, mirando de reojo hacia las entradas y salidas al auditorio, por si los manifestantes llegaban a asaltar el lugar como en 1917 tomaron el Palacio de Invierno de San Petersburgo sus idolatrados bolcheviques. Finalmente, no hubo sorpresas y Lukashenko pudo jurar «solemnemente servir al pueblo de la república de Bielorrusia, respetar y proteger los derechos y las libertadas de las personas y los ciudadanos», sin crucifijo ni Biblia, pero con la Constitución apoyando su mano derecha.
Las presidenciales volvieron a darle la victoria a Lukashenko con el 80,1% de los votos, lo que provocó la denuncia de la candidata Svetlana Tijanovskaya y de toda la oposición, que desde entonces pide la repetición de los comicios y la participación de observadores internacionales. Las manifestaciones no han cesado en todo el país y han transcurrido siempre de manera pacífica entre numerosas detenciones y un férreo control por parte de las fuerzas del orden.