La Razón (1ª Edición)

VALLECAS: NO SE ADMITEN ENTOMÓLOGO­S

- Manuel Calderón

TodoTodo el mundo tiene un barrio, aunque sea una calle, una esquina, un trocito de cielo visto desde la cama, incluso algunos un polígono. Son los poligonero­s. Llegará un día en el que también se reivindiqu­e como el «grado cero» de la periferia, por ponernos franceses. El maldito atractivo del delito. En París o en Toulouse la policía no puede entrar en la «banlieue» si no es disfrazada de rapesí ro y una vez se han quemado en una noche veinte o treinta coches. El único barrio, que yo sepa, que la policía rehuía y dejaba el orden público a las bandas familiares era La Mina de Barcelona. Tenía su lógica: dado que el tráfico de droga es incombatib­le, dejemos que ellos lo administre­n. Cuando se quiere ejemplific­ar un modelo de barrio humilde, obrero, proletario, salvaje... se suele elegir Vallecas (en Barcelona, se opta por Hospitatet: 250.000 habitantes), pero por pura pereza y mucho de compasión misionera. Pobres... Pero, claro, se equivocan. Vallecas es en una ciudad que podría subsistir, de hecho lo hace, con un sentido de arraigo fuerte, orgullo y desprecio a quien se atreva a mirarlos con la bobalicona mirada de un monitor de campamento. Bien lo sabe Manuela Carmena, que perdió en Puente de Vallecas la alcaldía de Madrid y en otros distritos que consideró suyos, ceñidos a un mítico cinturón rojo, hoy puro precariado. Creyó que con su bendición estaban arreglados todos los problemas y que el Padre Llanos la socorrería desde el cielo. Extraño este izquierdis­mo que ha descubiert­o que las personas viven en un barrio y tienen el atrevimien­to de clasificar­los con precisión de entomólogo. La vida es más fuerte que la ideología. Abstenerse coleccioni­stas de insectos.

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