La Razón (1ª Edición)

Supercopa de Europa: el Sevilla solo cede (2-1) en la prórroga

El marroquí pudo sentenciar la final de la Supercopa a favor de un gran Sevilla, que solo se rindió al Bayern en la prórroga

- Lucas Haurie -

Rakitic, muy flojo en su vuelta al Sevilla, fue el primer cambio de Lopetegui en la final de Budapest

En el minutos 88 se paró el tiempo en Budapest. En Nesyri estaba solo ante Neuer. El Sevilla tocaba la Supercopa y en la cara de los futbolista­s del Bayern asomaba el gesto de la derrota. Pero el portero alemán sacó una mano prodigiosa y la prórroga volvió otra vez la cara a los sevillista­s.

Fue un bálsamo, cuentan los escasos sevillanos desplazado­s, volver a ver público en un estadio, aunque el suntuoso Ferenc Puskas Arena, semivacío, pareciese albergar un amistoso sin interés. La comparació­n reciente con la Liga y la fase final de la Europa League celebrada en agosto, no obstante, movía al optimismo: ya no escuchaban las voces del portero a su delantero centro ni eran suplentes la única barra brava que, dirigida por Sergi Gómez, animaba a un equipo que Lopetegui quiso hacer lo más parecido posible al que derrotó al Inter en Colonia: Rakitic suplió a Banega y corrió en el escalafón con Escudero en el lateral izquierdo, a despecho del recién llegado Acuña y del pregonado cambio de sistema. El combate contra el ogro bávaro sería con las armas tradiciona­les.

La palabra es «respondón». Así salió el Sevilla al campo, por completo desacomple­jado y consciente de que ciertas misiones sólo se cumplen con éxito con altas dosis de audacia. No es la élite para cobades, por eso se fueron los de Lopetegui a presionar al Bayern cerquita de Neuer y obtuvo su rédito temprano.

Media hora de resistenci­a

Estaba cómodo el Sevilla, con más balón que un equipo alemán amenazante sólo porque sus alas, Gnabry y Sané, hacen que tiemble el misterio en cada carrera. Pero el primer golpe fue andaluz, con una jugada iniciada desde la defensa, trenzada por la apertura de Fernando a Suso y acelerada por Jesús Navas, que irrumpió a la espalda de Lucas Hernández para ponerle un centro a De Jong. Cuerpeó bien el neerlandés, detectó la incorporac­ión de Rakitic y le sirvió una dejada que Alaba sólo pudo cortar derribando al croata. Penalti claro y gol de Ocampos.

En tres de las cuatro Supercopas perdidas estuvo por delante el Sevilla, consciente por tanto que una ventaja antes del cuarto de hora nada significab­a. Resistió media hora el entramado defensivo de Lopetegui, el tiempo que aguantaron Joan Jordán y Fernando con la línea de presión alta, pero se hundió el bloque en las narices de Bono –que le había ganado un mano a mano a Lewandowsk­i– como buscando el descanso al tiempo que un poco de oxígeno. No perdonó el Bayern, que enhebró una acción primorosa entre Müller y Lewandowsk­i, quien pivotó para que Goretzka empatase a placer.

Pese a un remate peligroso contra su portería de Sule y a tres córneres consecutiv­os para el Sevilla, el Bayern parecía decidido a vencer a la salida del vestuario. Un fuera de juego milimétric­o anuló un gol a Lewandowsk­i, una falta dudosa del polaco invalidó otro de Sané. La campana estaba salvando a los sevillista­s del directo a la mandíbula, sin que los cambios de Lopetegui, que metió piernas frescas con Óliver y En-nesyri, hiciesen que amainase el temporal. El extremeño, por cierto, suplió a un Rakitic que compareció en su «redebut» bastante despistado e impreciso. El vértigo que exige este Sevilla no tiene nada que ver con el rondo permanente de los últimos Barcelonas.

Con todo, llegaban los minutos del miedo con el marcador equilibrad­o, lo que alguna idea de irse al contragolp­e le sugirió al Sevilla, encomendad­o a las menguantes carreras de un Ocampos con tres cilindros, pese a lo cual percutía en cada acción. Yassine Bono, el milagrero de hace un

mes, seguía realizando paradas de mérito (un tiro de Lucas, un cabezazo de Müller...), aunque ahora parecían más bien manotazos desesperad­os de un náufrago. Sobrevivía­n los españoles colgados de la brocha, con apenas un hálito de vida frente a un rival que tocaba y tocaba esperando que cayese la fruta madura.

El único sevillista que podía correr era Navas, que robóun balón a la salida de un córner, galopó cincuenta metros y dejó a Ennesyri solo ante Neuer, que le ganó el mano a mano al marroquí. Era el jaque mate del minuto 88, el golpe de gracia con el que soñó Lopetegui todo el segundo tiempo. Estuvo muy cerca, pero tocaba prórroga.

Y aunque no había mucha gasolina en el tanque se plantó el Sevilla en el tiempo suplementa­rio con el mismo descaro que en el resto de la final, sin ningún miedo al gigante alemán, que en Budapest entendió que los de Lopetegui no son ni el Barça del curso pasado ni el Schalke de hace unos días. Este equipo está muy bien hcho, sabe por dónde pisa y cuáles son sus virtudes. En-nesyri se encontró nada más arrancar el alargue otra vez con Neuer y con el palo. Estaba en fuera de juego y el gol no habría valido, pero ahí quedaba eso.

Bono, el héroe de la última Liga Europa, dejó, la sensación de que pudo hacer más en la jugada decisiva. Ese córner tras el que despejó blando un remate de Alaba y tampoco supo sacar el cabezazo de Javi Martínez. Más de cien minutos había necesitado el Bayern para ponerse por delante y ni así se rindió el Sevilla, que incluso sin fuerzas buscó los penaltis, pero no pudo ser.

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 ?? EFE ?? Los jugadores del Bayern Múnich celebran la Supercopa, con el sevillista Escudero agotado en primer plano
EFE Los jugadores del Bayern Múnich celebran la Supercopa, con el sevillista Escudero agotado en primer plano
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