El jurado declara culpable de asesinato al tío de Naiara
El veredicto fue leído anoche en la Audiencia de Huesca
Los nueve miembros del jurado popular que juzgaban desde la semana pasada el crimen de la pequeña Naiara Briones, la niña de ocho años torturada hasta la muerte por su tío en Sabiñánigo (Huesca) hace tres años, han considerado a Iván Pardo culpable de asesinato agravado y de un delito contra la integridad moral (otros cinco años). El veredicto se leyó anoche en la Audiencia de Huesca y abocaría a Pardo a la prisión permanente revisable, la primera dictada en Aragón. A Carlos (hermano del autor de la muerte) y a su madre Nieves Pena, les han considerado culpables de consentir las torturas y serán condenados a tres años por un delito contra la integridad moral.
La acusación particular del padre biológico de la niña, Marcos García Montes, ha solicitado que se le aplique el artículo 63 de la Ley Orgánica General Penitenciaria y el artículo 102 del Reglamento Penitenciario de no tener ningún beneficio penitenciario en 25 años. Los componentes del jurado consideraron que Iván es el responsable de torturar a la niña «obligándola a permanecer de rodillas sobre ortigas, grava, granos de arroz o sal gruesa, le golpearon en brazos, piernas, espalda y cabeza, le privaron del sueño para hacer los deberes y estudiar, le humillaron colocándole una diadema con orejas de burro sobre la cabeza
El hermano (pareja de la madre de la niña) y la abuela han sido condenados por un delito contra la integridad moral
y le colocaron pañales a la vez que le grababan con los móviles y lo transmitían a otros miembros de la familia».
Los hechos ocurrieron el 6 de julio de 2017 en un piso de la avenida Yebra de Sabiñánigo (Huesca). Los malos tratos en la vivienda eran algo habitual según quedó acreditado en la autopsia que le practicaron a la niña, que murió en el hospital de Zaragoza tras ser trasladad en helicóptero desde el de Huesca dado la gravedad de las lesiones. Fue torturada por no hacer los deberes. Eran las 8:15 horas de la mañana. «Yo voy a sudar pero tú lo vas a pasar mal: te voy a dar durante diez horas», le dijo. Y eso hizo: cogió un calcetín, amordazó a la niña colocándoselo en la boca y lo apretó con su cinturón alrededor de la cabeza de la menor. Con dos esposas, ató de pies y manos a la pequeña y unió ambas extremidades con una cuerda negra. Bajó persianas y cerró ventanas (era julio) para que los vecinos no oyeran los gritos. Y empezaron los golpes. Con una raqueta eléctrica para matar moscas (manipulada con un cable extra conectado con celo) comenzó a darle descargas por todo el cuerpo, puñetazos y patadas en boca y nariz. También la arrastró por el pelo, la levantaba unos palmos del suelo para dejarla caer sobre su cabeza. El mismo gesto en bucle. Naiara empezó a decir «hola, hola, hola» sin sentido. Tras ver que la niña tenía un hematoma en la cara, Iván pidió que le trajeran una bolsa guisantes del congelador.