La Razón (1ª Edición)

«Espero que nos dejen de tratar como animales»

Los venezolano­s de Miami esperan a que el demócrata cumpla su promesa de concederle­s un estatus de protección

- Carlos Vázquez- Miami

«Nunca había visto este país tan dividido», comenta al teléfono la venezolana Valeria Molina. Con 21 años, lleva los últimos tres en Sunrise, una típica ciudad residencia­l en la costa de Florida, donde ha tenido tiempo de encadenar trabajos mal pagados, conocer a su novio puertorriq­ueño, superar la covid-19 y recordar por qué dejó su país: «Trump se ha acabado pareciendo mucho a Chávez y a su manera de mentir para enfrentar a la gente». Valeria es una entre los más de 60 millones de latinos que viven en Estados Unidos, un colectivo que no para de crecer en peso e influencia y que está muy pendiente de las decisiones del presidente Joe Biden.

Un deseo destaca entre lo que Valeria le pide al nuevo inquilino de la Casa Blanca. «Espero que dejen de tratar a los que llegan como animales o criminales». Una esperanza que parecen compartir los alrededor de 7.000 migrantes hondureños que partieron rumbo a Estados Unidos y se enfrentaro­n la semana pasada a los policías guatemalte­cos que les cerraron el paso. Pese a que sus asesores se han encargado de dejar claro que no va haber una apertura general ni manga ancha frente a los coyotes coyotes que pastorean inmigrante­s clandestin­os a través de la frontera con México, Biden suavizará la política de su antecesor. Entre sus primeras medidas, el nuevo presidente anunció un plan migratorio con el que quiere salvaguard­ar el programa DACA para indocument­ados que llegaron a EE UU cuando eran niños e incluir a los migrantes «sin papeles» en el censo de población.

Pero la relación de Biden con este sector del electorado está llena de matices y contradicc­iones. Según los datos del Pew Research Center, Biden se quedó un punto por debajo del 66% de apoyo entre el electorado latino que alcanzó Hillary Clinton en 2016. Para analistas como Geraldo Cavada,

de la Northweste­rn University de Illinois, esto se debió a que «los votantes latinos no fueron una prioridad» hasta bien entrada la campaña. Sin embargo, otros, como Esmeralda Bermúdez, periodista del diario «Los Angeles Times», señalan que «los latinos no son un monolito y el voto latino es un espejismo». Quizá esa la explicació­n a que Biden perdiera en la misma noche en el condado de Miami-dade, tradiciona­l bastión demócrata, y se impusiera con claridad en el Estado de Arizona, que había votado por los republican­os en las cinco últimas presidenci­ales. Los latinos, que le dieron la victoria en algunos Estados, se la arrebataro­n en otros.

Las elecciones probaron que el colectivo hispano es decisivo. Y lo será cada vez más, ya que se estima que cada 30 segundos un joven de origen latino alcanza la edad de votar. Pero también que es mucho más heterogéne­o de lo que se tiende a pensar. Y las prioridade­s de un exiliado cubano que llegó a Florida en la crisis de los balseros de la década 1990 no son las de un hijo de mexicanos de los que se gradúan cada año en carreras técnicas en las universida­des california­nas. Así que las expectativ­as y las demandas al nuevo presidente serán tan diversas como lo es el propio colectivo. Aunque Biden ya ha mostrado señales de aprecio con la designació­n de miembros hispanos para puestos claves de su Administra­ción, como el de director de Seguridad Interior, que ocupará el cubano-americano Alejandro Mayorkas, no tendrá fácil contentar a todos.

Para la influyente comunidad cubana de Florida, que concentra a algunos de los más acérrimos seguidores de Donald Trump, la firmeza frente a la Cuba castrista será, como siempre, la máxima prioridad. Si, como prevén algunos analistas, Biden intenta un nuevo acercamien­to a La Habana como el de la era Obama, deberá andarse con pies de plomo para no solivianta­r a los votantes de este Estado clave.

Otros especialme­nte sensibles a posibles concesione­s a las dictaduras de signo izquierdis­ta en América Latina serán los venezolano­s, cuyo número no ha parado de aumentar por la desastrosa situación económica a la que Nicolás Maduro ha llevado a su país. Biden propuso en la campaña la concesión a los venezolano­s del llamado Estatus de Protección Temporal, (TPS, por sus siglas en inglés), una medida de asilo que les permitiría residir y trabajar legalmente en el país. El Congreso estimó que 300.000 personas podrían beneficiar­se de aprobarse. Pese a su retórica agresiva contra Maduro y al apoyo a la lucha del opositor Juan Guaidó por derrocarlo, Trump siempre se resistió a conceder el TPS a los venezolano­s y muchos fueron detenidos e internados en centros de reclusión de inmigrante­s irregulare­s. Ahora, la expectativ­a es máxima entre ellos. «Realmente esperamos ver la concesión del TPS en el primer mes» de Biden en la Casa Blanca, dijo José Magaña-salgado, experto en política migratoria de la ONG Red Católica para la Inmigració­n Legal.

En estados petroleros como Texas, en cambio, lo que se mirará con lupa será la reforma energética y el plan contra el cambio climático del que Biden hizo bandera. Muchos de los latinos que trabajan en la industria del petróleo temen que se traduzca en la pérdida de sus empleos. Como Roberto Barrera, que le contó al «Texas Tribune» por qué votó por Trump: «Los demócratas quieren dejarme sin trabajo. ¿Qué más puedo decir?».

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EFE Partidario­s de Donald Trump le reciben en West Palm Beach, en Florida

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