Un «impeachment» que nace muerto
El «impeachment» contra Donald Trump nace muerto. Al menos esto se deduce después de que la mayoría de los senadores republicanos votaran a favor de una moción introducida por el senador por Kentuck Rand Paul. El ex candidato a las primarias republicanas para la Casa Blanca en 2016, uno de los líderes más reconocidos de la facción libertaria del partido, había pedido examinar la legalidad del proceso de destitución. Es decir, votar sobre la constitucionalidad de someter a un juicio político a un presidente cuando ya ha dejado el cargo.
Solo cinco republicanos votaron a favor. Sus nombres, bien conocidos, son los de Lisa Murkowski, Ben Sasse, Mitt Romney, Pat Toomey y Susan Collins. La moción no discutía si el ex presidente pudo cometer ofensas que puedan castigarse con la condena del «impeachment», y como derivada de la posibilidad de inhabilitar a Trump para ejercer en nuevos cargos públicos.
El líder de la mayoría republicana, Mitch Mcconnell, ya había dicho en público que responsabiliza, al menos en parte, de haber azuzado a la masa que invadió el Capitolio. «La masa fue alimentada con mentiras», dijo, «provocada por el presidente y otras personas poderosas». Pero Mcconnell votó en contra de la constitucionalidad, enviando un mensaje inequívoco a los suyos.
Mientras tanto, Paul ya había avisado de las devastadoras consecuencias prácticas que votar a favor del «impeachment» podría tener para el Partido Republicano. El senador también advirtió de que millones de votantes, que llegó a cuantificar en no menos de un tercio, podrían abandonarlos, e incluso seguir un nuevo partido, mucho más alineado con las tesis y la figura del anterior inquilino de la Casa Blanca.
Al final, para condenar a Trump, serían necesarios dos tercios de la Cámara Alta. Los 55 votos a favor de seguir con el «impeachment» vencieron a los 45 votos contrarios. Paul está convencido de que los demócratas han usado las palabras de Trump como material de cebo para iniciar la caza mayor.
Pero estima que no hay base legal suficiente y que, además, resulta extremadamente dudoso que de las palabras del ex presidente puedan demostrarse consecuencias de tipo performativo. Sus llamamientos del 6 de enero, en consecuencia, fueron puramente simbólicos.
Al terminar la votación, sobresalía la noción de que el tiempo de la autocrítica, no digamos sobre persona ajena, había terminado. Toca rearmarse para ejercer la oposición en minoría a la nueva Administración demócrata de Joe Biden y afrontar de la mejor forma las legislativas de 2022. Para algunos senadores, condenar a Trump puntuaría como la peor noticia imaginable en términos electorales.