La sombra de Correa planea sobre las presidenciales
El ex presidente confía en que la victoria de su «delfín» facilite la exoneración de su condena o ocho años por corrupción
Rafael Correa no está en Ecuador, pero allí se le menciona por todas partes. Está prohibido mostrar su imagen en anuncios electorales, pero un cartón tamaño real del ex presidente ha acompañado durante toda su campaña al favorito en los sondeos, el economista Andrés Arauz.
«Nos pueden robar la elección, nuestros enemigos están desesperados. A las burdas acusaciones contra mí puede sumarse el fraude. Pedimos al mundo que preste atención a los comicios en Ecuador», asegura Correa, fuera del país desde 2018 para algunos fugado y para otros exiliado.
Los trece millones de ecuatorianos llamados hoy a las urnas afrontan la votación golpeados por el desempleo en plena segunda ola. Las urnas marcarán si Ecuador continúa la senda liberal iniciada por el presidente Lenin Moreno en 2017 o regresan a la década izquierdista liderada por Correa durante los diez años anteriores.
El ex presidente fue inhabilitado tras postularse como vicepresidente de Andrés Arauz, el único candidato con opciones de ganar en primera vuelta que, a sus 36 años, puede convertirse en el presidente más joven de la historia de Ecuador. La mayoría de los sondeos le otorgan en torno al 28% de los votos frente al 26% del banquero Guillermo Lasso. «Una sola vuelta, una sola vuelta», coreaban este jueves los seguidores de Arauz en Quito durante el cierre de la campaña.
Tras once años juntos desarrollando «el socialismo del siglo XXI», cuando Rafael Correa besó la cabeza de su ex «número dos» en un acto de campaña en Quito en 2017, no imaginaba que tres meses después Moreno acusaría a Correa de «mentirle sobre la situación real del país», eliminaría proyectos sociales y comenzasen varias investigaciones contra el ex presidente.
Cuatro años después, su porvenir judicial y el futuro del país se juegan a la misma carta: las elecciones de este domingo. «Si Arauz gana, Correa se puede plantear volver en el medio plazo sin temor a la prisión», explica a LA RAZÓN Jorge Forero, doctor por la Universidad de Kassel especializado en la década de Gobiernos del mandatario de 57 años.
«Moreno termina su mandato tras haber provocado las mayores movilizaciones contra un Gobierno en décadas, con la popularidad por los suelos y varios casos abiertos de corrupción. El correísmo ha sentido un enorme desgaste tras concentrar más de la mitad de los votos en 2009, pero se mantiene como opción más apoyada en las encuestas».
Tras hallar indicios contra varios miembros de su Gabinete, la Fiscalía abrió una investigación a Correa sin encontrar pruebas relevantes. Su ex asesora confesó que el cuaderno donde registraba supuestos sobornos cobrados por Correa era falso. Correa fue condenado condenado a ocho años de cárcel. El ex miembro del servicio secreto Luis Chicaiza confesó que recibió amenazas de Moreno para involucrar al ex mandatario en el falso secuestro en 2012 del opositor Fernando Balda.
Correa está convencido de que los tribunales internacionales «tumbarán» su condena. «Es un caso similar al de Lula en Brasil», apunta el doctor Forero. Otros consideran que el líder, ahora en México haciendo campaña, debería volver a su país. Correa asegura que gane quién gane no volverá a Ecuador. «Mi esposa es belga y mi plan de vida es estar allá», mientras vaya donde vaya la política en Ecuador gira alrededor de su figura y la posible vuelta del malogrado «socialismo del siglo XXI».
El tablero electoral ha adquirido durante los últimos días una dimensión internacional tras las acusaciones de una presunta financiación de la campaña de Arauz por parte de la guerrilla colombiana del Ejército de Liberación Nacional (ELN).
La polémica, que se ha desatado después de que la revista colombiana «Semana» sacara a la luz presuntos archivos que habrían pertenecido a Andrés Felipe Vanegas Londoño, alias «Uriel», uno de los líderes del ELN abatido recientemente, ha llevado al propio Moreno ha solicitar información a Bogotá.
Las elecciones ecuatorianas suponen así un momento clave para la política regional, donde la reactivación económica se encuentra en punto muerto ante los devastadores efectos de una pandemia que se ha cobrado ya más de un millón de vidas.