Ansias de perfección
venderlo, representarlo y darle sentido». Trayendo a colación asuntos de carácter histórico de los últimos doscientos cincuenta años, se estudiaba el momento en que, con el trasfondo de la Revolución Industrial y la invención del ferrocarril, el tiempo empezó a ser encapsulado hasta nacer el concepto de «puntualidad»; de modo que el tren cambiaría nuestra forma de valorar el tiempo más que ningún otro invento, pues la reducción de los desplazamientos influiría en el resto de horas disponibles. Este concepto de exactitud y precisión lo conoce a las mil maravillas el también periodista Simon Winchester, que dedica a ello una buena parte de «Los perfeccionistas. Cómo la precisión creó el mundo moderno» (traducción de Joaquín Díez-canedo). Se trata de un muy popular autor británico que hace formidables libros divulgativos. El hecho de haber sido nombrado oficial de la Orden del Imperio Británico no debe extrañar al lector de este ensayo. Es un recorrido por los grandes inventores. Para empezar, John Wilkinson, creador de cronómetros que fueron claves para la Marina inglesa del siglo XVIII. Luego, surgen otros pioneros en el campo de la tecnología, con rigor científico e histórico, como Joseph Bramah y Henry Maudslay, en el ámbito de la cerrajería, a lo largo de unas
Hace tres años se publicaba «Cronometrados. Cómo el mundo se obsesionó con el tiempo» (Taurus), en el que Simon Garfield hablaba de «nuestra obsesión con el tiempo y sobre nuestro anhelo por medirlo, controlarlo,
páginas de jugosas anécdotas. Los campos son variados: las armas, los automóviles con los Royce-rolls de fondo… Asuntos que nos llevarán a conocer los antecedentes de los aviones, las máquinas de rayos X, el telescopio Hubble, el microchip, el Smartphone y muchos más, lo que le lleva al autor a preguntarse: «¿Será esta ansia de perfeccion realmente esencial para la salud y la felicidad modernas, un elemento indispensable de nuestro ser?».