Contra la violencia de los antisistema solo cabe más Policía en las calles
Los graves incidentes en Cataluña han hecho bajar las expectativas de voto de Podemos
Se constata la existencia de dos izquierdas en España, la socialdemócrata, europeísta, atlantista, unionista y constitucionalista, encarnada por el PSOE la mayor parte del tiempo, aunque con excepciones en los últimos años, y la radical, contraria a la UE, a la OTAN, a la unidad nacional y a la Monarquía Parlamentaria. España, como otra decena de monarquías parlamentarias, figura entre las 23 democracias plenas del planeta, mientras que las repúblicas que sirven de ejemplo a Unidas Podemos, ocupan los últimos veinticinco puestos de la clasificación mundial que elabora cada año la publicación británica «The Economist».
La aritmética electoral de las elecciones generales de 2015, 2016 y las dos de 2019 no permitían una mayoría de izquierdas y esta debía ser complementada con otros partidos de izquierda que quieren romper España; EH Bildu, ERC, CUP y BNG, principalmente. La historia, y las elecciones generales de 2023, juzgarán al PSOE por sus acuerdos con estas fuerzas. Asimismo, la proximidad de UP con la izquierda soberanista no se esconde por parte de los morados. Por lo que podemos hablar con toda propiedad de esas dos izquierdas a las que nos referíamos al principio.
La izquierda moderada batalla en los parlamentos, mientras que la radical se siente más cómoda en la calle. «La calle es nuestra», es uno de sus gritos más recurrentes y ancestrales, prueba de su poca afinidad con las democracias representativas occidentales. Las victorias del PP en las elecciones generales de 2011, 2015 y 2016 llevaron a la izquierda radical a actos intimidatorios y violentos como «Rodea el Congreso». El triunfo electoral del centro derecha en Andalucía en 2018 hizo que los radicales perdedores incendiaran las calles de ciudades andaluzas. El resultado fue la ruptura de la coalición Adelante Andalucía. Izquierda Unida y Podemos Andalucía se distanciaron de su socia Teresa Rodríguez, que era en aquel momento la Secretaria General del Podemos en Andalucía. Ésta alentó las algaradas callejeras por el triunfo electoral de las derechas andaluzas. En el mismo sentido, el llamado «procès» mantiene un estado de falta de libertad y de persecución contra la mitad de los catalanes contrarios a la independencia. Con brotes recurrentes de violencia callejera. Igualmente, en el País Vasco y Navarra sigue sin recuperarse la normalidad democrática. Podemos concluir que en tres regiones de España; Cataluña, País Vasco y Navarra, no está vigente plenamente la Constitución, debido a actitudes y actos violentos de una minoría que se cree una especie de milicia popular independentista, y eso es debido a que el Estado no los aplasta, como es su obligación. Situación similar a determinados territorios de Italia dominados por la mafia.
La estrategia de Alemania ante los violentos es muy distinta a la del gobierno catalán. Para evitar el efecto «llamada» con motivo de la cumbre del G20 en 2017 en la ciudad de Hamburgo se desplegó una fuerza policial de 21.000 agentes. Tan solo llegaron 1.500 violentos del resto del planeta. Es decir, 14 agentes por cada manifestante potencialmente violento. Mientras que en las calles de Cataluña, en las noches mayor violencia, solo había 1 agente por cada violento.
Los actos de violencia vividos en las principales ciudades catalanas, así como en otras del resto de España, con motivo de la entrada en prisión de Pablo Hasel, el rapero condenado a 9 meses de prisión por los delitos de enaltecimiento del terrorismo e injurias a la corona, son una manifestación de la falta de integración política y social de una minoría extremista, que en muchas ocasiones se entremezcla con la delincuencia común. Es una pérdida de tiempo el buscar un encaje a los violentos en nuestra democracia. Pero la opinión pública, lejos de aprobar la violencia callejera, la condena categóricamente e, incluso, parte del electorado de UP ha retirado su confianza a esta coalición por su simpatía con el rapero y la justificación de actos vandálicos como respuesta a lo que consideran una democracia deficiente o no plena como la Española.
El 14-F la confluencia morada en Cataluña obtuvo un resultado muy similar al de las elecciones de 2017, por lo que el voto de la marca catalana de Podemos se mantenía estable, pero en el transcurso de los incidentes de los días siguientes sus expectativas electorales se han desplomado, y en tan corto espacio de tiempo la mayoría de las encuestas dan una expectativa de voto a nivel nacional a UP de un solo dígito, lo que supone un sustancial recorte en escaños. Es el precio de no condenar la violencia cuando se es gobierno.