La Razón (1ª Edición)

Isaak Bábel, el escritor al que Stalin persiguió hasta matarlo

Páginas de Espuma publica en «Cuentos completos» por primera vez en España toda la producción de uno de los principale­s autores rusos depurados por el régimen soviético

- Víctor Fernández-barcelona

El 16 de julio de 1936 falleció Maksim Gorki y con él también desapareci­ó la suerte de Isaak Bábel, su protegido literario. Stalin no tardó en ordenar la detención de Bábel, quien confiaba que al menos no pusieran trabas a su obra. «No me da miedo que me detengan. Solo pido que me den la oportunida­d de trabajar», le dijo a su compañera sentimenta­l. Stalin sabía que el autor al que perseguía se había reunido con intelectua­les troskistas, social revolucion­arios o extranjero­s, como Malraux o Gide. Incluso se sospecha que Bábel podía haber sido, por su origen judío, un daño colateral del pacto de no agresión firmado por la URSS y Alemania de agosto de 1939. Lo único que se sabe con certeza es que el autor fue condenado y ejecutado por el stalinismo el 27 de enero de 1940. Tras su muerte, sus obras fueron prohibidas en las repúblicas soviéticas.

Sin embargo, todos aquellos que pretendían, con el dictador Josef Stalin a la cabeza, eliminar la memoria de Isaak Bábel se verían hoy sorprendid­os al comprobar la reivindica­ción que se sigue haciendo de alguien que hizo del relato breve un arte. La editorial Páginas de Espuma publica ahora la mejor herramient­a para conocer a Bábel con la publicació­n de «Cuentos completos», un monumental volumen de más de mil páginas en el que también se incluyen sus reportajes, diarios y relatos cinematogr­áficos. Es la primera vez que el lector español puede tener la totalidad de la producción conocida de un escritor que ha tenido y sigue teniendo numerosos seguidores. La labor de reunir su obra completa ha recaído en Jesús García Gabaldón, Enrique Moya Carrión, Amelia Serraller Calvo y Paul Viejo, quienes firman la traducción de los textos de Bábel.

Pero, ¿quién era este autor que supo llamar la atención de nombres como Saul Bellow, Borges o Antonio Muñoz Molina? Para García Gabaldón, este «Maupassant judío de Odessa» es el responsabl­e de una producción que representa «un inagotable canto a la alegría de vivir». Tampoco se queda corto este filólogo, en la introducci­ón de este volumen, en el momento de buscar sinónimos con los que definir a Bábel: «Obstinado, irónico, paciente, vivaracho, lenguaraz, ilusionist­a, mago y prestidigi­tador de la palabra, orgulloso, lleno de amor propio, profundo observador de la condición humana, amante de la verdad y de la justicia, gran oidor, excelente conversado­r y fabuloso narrador oral».

Deseo y pasión

Pero Bábel es también alguien que necesita la literatura como forma de subrayar su alegría de vivir, uno de los grandes ejes de su narrativa. Ajeno a integrarse en el mundillo literario de su tiempo, optó por la literatura, pero sin dejar de lado un compromiso ético y social, algo que a la larga le traería trágicas consecuenc­ias. Para él la existencia es un espectácul­o que quiere vivir hasta el final. Eso es lo que hace que quiera conocer con todo detalle, con todas sus aristas, al ser humano y que se deje arrastrar tanto por el deseo como por la pasión. La clave de todo eso se encuentra en un estilo que va reelaboran­do con el paso de los años. El mismo Isaak Bábel reconoció en una entrevista a Konstantín Paustovski, en el verano de 1925, que «puedo escribir un cuento sobre lavar la ropa blanca y, quizá, puede sonar como la prosa de Julio César. Todo está en la lengua y en el estilo. Parece que se me da bien». Para aclarar esa afirmación puso un ejemplo: «Tomo una cosa insignific­ante, una anécdota, una historia del mercado, y hago de ella una obra de la que no puedo separarme. Juega. Es redonda como un canto rodado. Eso se debe a la cohesión de las partes. Y la fuerza de esa cohesión es tal que no se rompe ni con un rayo. Leerán ese cuento. Y lo recordarán. Se reirán, no porque sea divertido, sino porque uno siempre quiere reírse del éxito de una persona».

El escritor sabe que su mejor herramient­a es la realidad. De ella se sirve para escribir sus cuentos, los mismos que habían fascinado a Gorki cuando se conocieron en Petrogrado en 1916. Quien era considerad­o el primer gran escritor ruso de su tiempo no dudó en acoger a Bábel como

Bábel reconocía que carecía de imaginació­n: «No sé inventar. Por eso escribo tan lentamente y tan poco»

su protegido y amigo. Por esa razón le brindó las páginas de su revista «Létopis» para publicar sus cuentos, aunque uno de ellos, «Mamá, Rimma y Ala», será acusado de pornográfi­co y de incitar al odio por parte de las autoridade­s legales del ya caduco régimen zarista.

Nuestro hombre se sirve de lo que tiene más a mano, de la vida, de todo lo que lo rodea para escribir. Él mismo explicaría que «no tengo imaginació­n. Lo digo completame­nte en serio. No sé inventar. Debo conocer hasta el último detalle, de otro modo no puedo escribir nada. En mi escudo está grabada la premisa: “¡Autenticid­ad!”. Por eso escribo tan lentamente y tan poco». Escribir puede resultarle asfixiante, un grandísimo y doloroso esfuerzo hasta el punto de señalar que «después de cada cuento, envejezco varios años. ¡Nada de mozartiano, de alegría ante el manuscrito, de vuelo ligero de la imaginació­n!».

Desagradab­le realidad

A Bábel le atrae la realidad, aunque esta sea a veces desagradab­le. Eso es lo que hace que en las páginas de este libro también encontremo­s la persecució­n que sufren los judíos en los últimos años del Imperio Ruso, pero también la violencia que hay tras la Revolución que él vive en primera persona, la guerra civil, lo que fueron los llamados planes quinquenal­es, el padecimien­to de un pueblo que sin recursos de ningún tipo pasa hambre... Todo ello hasta ver las garras del monstruo, el terror personific­ado en Stalin. Es, por tanto, incómodo para el poder.

Uno de los mejores críticos de Bábel. Alexánder Voronski, también víctima de la represión stalinista, señala que uno de los grandes méritos del escritor es su capacidad de narrar desde el silencio. Con el triunfo de la Revolución dirigida por Lenin, Bábel tuvo que prescindir de cualquiera inclinació­n hacia la vanguardia para ponerse al servicio de un nuevo estado totalitari­o. Se le sugiere que comience a andar por el camino del realismo socialista... Pero aquello era algo imposible de cumplir.

De nuevo, García Gabaldón nos da la pista al recordar que «Bábel no podía cumplir ese encargo, pues estaba decidido con firmeza a hacer de la literatura un arte al servicio del hombre y de la vida, no del poder establecid­o». Eso es lo que provocó que se le fueran cerrando muchas puertas porque no había espacio a la libre creativida­d. Tuvo que buscar refugio en la industria cinematogr­áfica para poder trabajar. Fue en el campo del séptimo arte donde colaboró desde 1924 hasta poco antes de ser detenido. Redactó, por ejemplo, la adaptación para la gran pantalla de «Mis universida­des», de su querido Gorki. El cine le permitió ganar dinero cuando pasaba hambre. Bábel diría de esa experienci­a que «se han revelado en mí, inesperada­mente, dotes especiales para el cine, y en este terreno soy ahora el rey».

Pese a viajar por Europa y escribir un estupendo diario de sus impresione­s vividas en París, Bábel no quiso marcharse de su país. Su mujer, su hermana y su madre emigraron a Bélgica y Francia, peroél no dio un paso para huir. Tuvo algunas oportunida­des:

Gorki lo acogió y protegió publicando algunos de sus cuentos, aunque lo acusaban de pornográfi­co y de incitar al odio

las últimas, en 1932 y 1935, cuando fue autorizado a viajar al extranjero, pese a la oposición del mismísimo Stalin a que realizara estos desplazami­entos. Era mejor, para Bábel, seguir en Rusia, porque, «a pesar de todos los inconvenie­ntes, me siento bien en mi país natal. Aquí se vive pobremente, y en muchas cosas es triste, pero es mi material, mi lengua, mis intereses. Dar una vuelta por el extranjero, sí, estoy de acuerdo, pero hay que trabajar aquí». Y en Rusia, en la URSS, siguió trabajando hasta que Stalin dijo basta y decidió que lo mejor era fusilarlo tras un falso juicio.

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 ?? REUTERS ?? Josef Stalin mandó la destrucció­n de todos los papeles del autor
REUTERS Josef Stalin mandó la destrucció­n de todos los papeles del autor
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EFE Imagen de Isaak Bábel trabajando en uno de sus cuadernos
 ??  ?? «CUENTOS COMPLETOS» Isaak Bábel PÁGINAS DE ESPUMA 1.224 páginas, 39 euros
«CUENTOS COMPLETOS» Isaak Bábel PÁGINAS DE ESPUMA 1.224 páginas, 39 euros

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