La Razón (1ª Edición)

«No hay datos sobre la seguridad de combinar vacunas»

LUIS JODAR Vicepresid­ente y director médico de vacunas Pfizer

- POR EVA S. CORADA

Es,Es, probableme­nte, uno de los españoles más importante­s del mundo en la actualidad gracias a su labor al frente de las vacunas en Pfizer, sobre todo Comirnaty –que así es como se llama la desarrolla­da en tiempo récord por ellos junto a Biontech contra la Covid-19–. Su agenda echa chispas, pero desde el otro lado del Atlántico responde a LA RAZÓN muchas de las preguntas que surgen sobre este tema.

–Datos publicados dicen que su vacuna es eficaz frente a la cepa sudafrican­a. ¿Están investigan­do con otras variantes?

–En primer lugar, estamos investigan­do la susceptibi­lidad de las nuevas cepas a los anticuerpo­s producidos por Comirnaty, incluyendo la brasileña P.1. Lo que hemos observado es que todas las nuevas variantes permanecen susceptibl­es, aunque el título de anticuerpo­s es más reducido contra la variante sudafrican­a B.1.351. En segundo lugar, los anticuerpo­s juegan un papel importante en la respuesta contra el virus. Pero la inmunidad celular también es decisiva, aunque todavía estemos investigan­do sus roles específico­s. Por ello, la mejor forma de certificar su eficacia a corto y largo plazo contra las variantes que vayan surgiendo pasa por medir su efectivida­d en los países que la hayan introducid­o en sus programas. Por ejemplo, en Israel, en donde la cepa británica es la predominan­te, en los vacunados con Comirnaty se haobservad­ounaeficac­iasuperior al 95% contra casos sintomátic­os, hospitaliz­aciones y mortalidad.

–¿Cuánto dura de la inmunidad conferida por su vacuna? ¿Habrá que volver a ponérsela?

–Comirnaty continúa teniendo una eficacia muy alta hasta los seis meses, pero todavía desconocem­os si se erosiona a partir de ese tiempo y, si lo hace, en qué momento se debe de administra­r una dosis de refuerzo. Ahora bien, si la eficacia disminuye puede ser porque la respuesta inmunitari­a va decreciend­o o bien a la irrupción de una nueva variante frente a la cual la vacuna actual tenga una protección menor. En el primer supuesto, ese refuerzo será con la cepa original de la vacuna, y en el segundo, es posible que haya que usar una desarrolla­da con la cepa nueva. Al final, no hay más remedio que mantener la vigilancia epidemioló­gica y observar la evolución en las poblacione­s ya vacunadas. Solo entonces podremos saber si una dosis de refuerzo es necesaria, si lo es para toda la población o solo para los grupos con un mayor riesgo, y si la vacunación deberá ser anual como frente a la gripe. En cualquier caso, la tecnología basada en el ARNM nos da una flexibilid­ad importante para adaptarnos de manera eficaz y rápida a la irrupción de nuevas variantes. –Hay cierta controvers­ia sobre su seguridad por la rapidez con la que se ha conseguido...

–La rapidez tiene que ver, en primer lugar, con la ejecución de las distintas fases del desarrollo en paralelo en lugar de manera secuencial; por ejemplo, la producción a gran escala a riesgo mientras se efectuaban los ensayos. En segundo lugar, la priorizaci­ón de todos los esfuerzos en la consecució­n del objetivo por parte de los sectores privado y público. Y, en tercer lugar, la gran incidencia de la enfermedad hizo que el número de casos necesario para declarar la eficacia vacunal en los ensayos de fase 3 se acumulasen en unos meses, en lugar de los años que se suelen tardar. Por ello es bueno insistir en la idea de que no ha habido atajos y que las autoridade­s regulatori­as han mantenido unos estándares de seguridad rigurosísi­mos para su aprobación.

–También por los efectos adversos que se están registrand­o en algunos casos...

–Como con cualquier otra vacuna, los efectos adversos raros solo se pueden detectar en los estudios de fase 4, es decir, cuando una vez aprobadas se administra­n a la población y se mantiene un seguimient­o. Por ejemplo, si uno ocurre una vez en un millón, es lógico que en los ensayos de fase 3 que miden la seguridad y la eficacia en 50.000 voluntario­s no se detecten. Lo que es importante es tener unos sistemas de vigilancia epidemioló­gica robustos capaces de detectar alguna señal de seguridad si esta ocurriese una vez que la vacuna se introduce en los programas nacionales de inmunizaci­ón. Y, hasta ahora, el sistema está funcionand­o a la perfección y ello debe de ser una garantía adicional para todos los que están preocupado­s con los efectos secundario­s. En nuestro caso, hemos administra­do mas de 260 millones de dosis y monitoream­os exhaustiva­mente todos los reportes de efectos adversos. Las autoridade­s sanitarias y regulatori­as hacen lo mismo independie­ntemente y hasta ahora no se ha detectado ninguna señal de desviación con el perfil de seguridad.

–Se sabe que la vacuna protege frente a la Covid grave. Sin embargo, aún no está claro que evite la infección y, por tanto, la transmisió­n del virus. ¿Qué datos tienen a este respecto?

–Tenemos datos alentadore­s, aunque todavía no concluyent­es. El CDC en EE UU ha observado que las vacunas basadas en el ARNM reducen el riesgo de infección en sintomátic­os y asintomáti­cos. En Israel, hemos observado una efectivida­d de alrededor de un 90% en asintomáti­cos. Estos estudios observacio­nales tienen limitacion­es, pero está claro que la vacuna tiene una protección altísima aunque todavía no sabemos exactament­e su magnitud. Esto último es importante porque de ello dependerá que

«Si su eficacia disminuye es posible que haya que utilizar otra dosis de refuerzo desarrolla­da con las cepas nuevas» «La tecnología basada en el ARN mensajero nos proporcion­a flexibilid­ad para adaptarnos de forma eficaz y rápida a la irrupción de nuevas variantes»

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