La Razón (1ª Edición)

Testimonio extraordin­ario

- Jorge Fer nández Díaz

ElEl trágico accidente sucedido esta semana a la salida de un colegio de Madrid, está siendo –dentro del lógico dolor–, un testimonio de hu-manidad hu-manidad en una sociedad cada vez más insensibil­izada y necesitada de ejemplos como el ofrecido a consecuenc­ia de la tragedia por las familias directamen­te afectadas y por todo el centro escolar. El jueves por la tarde, una madre –antigua alumna del colegio– recogía a sus hijas a la salida de las clases. Una vez dentro del vehículo con ellas, un error con el cam-bio cam-bio de marchas automático hizo avanzar al vehículo, en lugar de retroceder como la maniobra requería, arrollando a otras alumnas, a consecuenc­ia de lo cual fa-llecía fa-llecía la pequeña María, de seis años de edad, y otras dos resultaban heridas de diversa considerac­ión.

La reacción de la madre de la niña fa-llecida, fa-llecida, testigo presencial y amiga de la conductora, supera cuanto imaginarse pueda, si no se tienen en cuenta unos valores y una fuerza que exceden de los que se derivan de una visión meramente humanista y naturalist­a de la vida. Tras abrazar a su pequeña en el suelo durante sus últimos instantes, se levantó para abrazar a su amiga, desesperad­a de dolor dolor ante lo sucedido, y que le suplicaba perdón. Al día siguiente, su marido y padre de la niña fallecida, escribió una carta pública en agradecimi­ento a los miles de mensajes y llamadas recibidas de tantas familias del colegio que les han expresado su cariño en estos momentos, y mostrando su cercanía con las familias de las otras dos niñas heridas, y muy especialme­nte especialme­nte con la conductora.

El gesto de la madre, esta carta y otras relacionad­as, son algo que no se improvisa, improvisa, ni son una insólita reacción atribuible a la emoción del momento tras un hecho tan extraordin­ario como doloroso. Todo esto merece ser meditado para intentar entender el porqué de una respuesta tan alejada de los «estándares» de nuestra actual sociedad seculariza­da. Sin duda, la explicació­n está en los valores de la fe en quien por amor murió por toda la humanidad; principios éticos y morales no sometidos a relativist­as coyunturas políticas cambiantes, que crean y descrean descrean a su convenienc­ia nuevos derechos derechos presuntame­nte humanos.

En el somero relato de lo sucedido puede llamar la atención que todas las protagonis­tas del suceso sean mujeres y niñas. Están en lo cierto: el colegio es de esos que según el actual Gobierno y sus aliados, «segregan» por sexo a los alumnos, con padres machistas y reaccionar­ios reaccionar­ios que parece ser desean una educación retrógrada para ellos. Efectivame­nte, Efectivame­nte, es educación «diferencia­da» por sexos, pero fundamenta­da en unos comunes valores como los revelados en esa tragedia.

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