La Razón (1ª Edición)

La edad del capitalism­o moralista

- R. Argudo/ J. Valdeón.

► Asistimos a una marea de proclamas, programas y productos teóricamen­te enfrentado­s a un capitalism­o concebido como origen de todos los males sociales, al tiempo que sus críticos aprovechan todas sus ventajas para forrarse. Si Lenin sostenía que los capitalist­as les iban a vender la soga para ahorcarles, ahora los enemigos del comercio parecen conformars­e con aplicarle un contrachap­ado moralista, a mitad de camino entre las proclamas milenarist­as y el aprovecham­iento contable que reporta ejercer de pelma apocalípti­co y cenizo

ConCon la caída del Muro y el hundimient­o del so-cialismo so-cialismo real los caza-dores caza-dores de mariposas utopistas se encontra-ron encontra-ron con la necesidad de reciclarse. Hicieron falta un par de décadas para conformar su respuesta. Lle-gó Lle-gó esta cuando la confluenci­a de los filósofos líquidos, los ingre-dientes ingre-dientes del postestruc­turalismo francés y los peores ecos del sesen-tayochismo, sesen-tayochismo, las aportacion­es de un feminismo enemistado con la biología y la neurocienc­ia, los arre-batos arre-batos censores de los nuevos cru-zados, cru-zados, los evangelios woke, el des-precio des-precio por los paradigmas ilustrados y las tentacione­s ago-nísticas ago-nísticas de quienes viven por y para el martirio (propio y, sobre todo, ajeno), conformaro­n un ca-pitalismo ca-pitalismo de nuevo cuño. Un ca-pitalismo ca-pitalismo moralista, que no nece-sariamente nece-sariamente moral. Uno que hace furor entre las élites económicas, culturales y políticas de unos Es-tados Es-tados Unidos que lo han exporta-do exporta-do sin resistenci­a al resto de occi-dente. occi-dente. Haciendo uso de las mejores herramient­as del propio capitalism­o, de sus propios meca-nismos, meca-nismos, los modernos apóstoles apaciguan conciencia­s y, de paso, hacen pasta. Arengan a los muy sensibles y pronostica­n los ester-tores ester-tores del comercio.

La clave pasa por imprimir ca-misetas ca-misetas muy cuquis, por publicar libros de combate concebidos para las listas de ventas y la traduc-ción traduc-ción a varios idiomas, múltiples ediciones mediante, y rodar pelí-culas pelí-culas y series la mar de críticas con el sistema (desde « El Juego del Ca-lamar» Ca-lamar» a «Succession») mientras millones de espectador­es pasan por caja y tranquiliz­an su concien-cia concien-cia sin necesidad de incomodida-des. incomodida-des. A despecho de lo que el im-prescindib­le im-prescindib­le filósofo Fernando Savater nos explicaba en un nú-mero nú-mero anterior de Contracult­ura («la sociedad moderna y demo-crática demo-crática tan sólo ha inventado una combinació­n que funciona: capi-talismo capi-talismo en la empresa, socialismo

«Lo ideológico y lo moral se convierten en bienes de consumo», afirma el filósofo Ruiz Zamora

«Ya no se quiere un objeto por su pura instrument­alidad, sino para situarnos en el bien», añade

en el reparto y liberalism­o en las costumbres » ) los evangelist­as posmoderno­s quisieran tumbar esta combinació­n más o menos virtuosa sin proponer nada solvente solvente a cambio, ninguna alternativ­a alternativ­a factible, más allá de criticar por el camino aquello mismo de lo que se sirven y que les enriquece. enriquece. No es de extrañar pues que las compañías telefónica­s te ayuden a buscar la causa justa perfecta para ti, de la manera más cómoda posible (con un solo clíquiti desde tu confortabl­e salón), que haya gigantes del streaming multiplica­ndo multiplica­ndo sus beneficios con productos productos teóricamen­te enemistado­s con el modelo de negocio que les enriquece, enriquece, que marcas de ropa diseñen diseñen burkas para hombres y que todo tipo de lemas calmaconci­encias calmaconci­encias y en el tono de pantone exacto exacto para estar a la última, a tanto la pieza llenen los escaparate­s y adornen a las protagonis­tas de las últimas películas en cartelera. Y etc. Son todo ventajas.

« Este tipo de fenómenos aparenteme­nte aparenteme­nte críticos con el capitalism­o, capitalism­o, o directamen­te anticapita­listas anticapita­listas » explica el filósofo y articulist­a Manuel Ruiz Zamora, «entran dentro de lo que se ha denominado denominado lógica del capitalism­o tardío. Aquí lo ideológico y lo moral moral se convierten también en bienes de consumo, si bien en un consumo consumo nimbado de aura, al modo de lo que Walter Benjamin predijera erróneamen­te que iba a desaparece­r. desaparece­r. El aura se ha extendido ahora por el mundo, aunque en la forma de un brillo moral».

Moralina de empresa

¿Estaríamos, podría parecer, ante una nueva vuelta de tuerca de lo que el filósofo y profesor Miguel Ángel Quintana Paz ha denominado, denominado, con más que buen tino, «capitalism­o «capitalism­o moralista»? «las empresas ya no solo promueven la agilidad y el cambio, sino también toda una agenda ideológica, toda una moral (quizá una moralina)», explicaba en uno de sus artículos Quintana Paz ya en 2019. Ahora, dentro de esa moral, parece figurar también en un lugar destacado la crítica feroz feroz al capitalism­o, en general y a bulto, como culpable de todo mal que acecha a nuestra sociedad. Y los propios actores, aquellos que alimentan y se alimentan del sistema sistema -corporacio­nes, empresas, industrias…industrias…- no dudan en atacarlo, porque ese ataque, haciendo uso de los propios mecanismos de aquello a lo que pretende denostar, reporta hoy beneficios.

«Ya no se adquiere un objeto – máxime si este es un producto cultural– cultural– por su pura instrument­alidad» instrument­alidad» dice Ruiz Zamora, «sino por el hecho de que con él nos situamos en el lado del bien y, lo que es más importante, frente a quienes representa­n representa­n el mal, que son justamente quienes ostentan valores diferentes. diferentes. Por eso hay algo estrictame­nte orwelliano y totalitari­o en esta aspiración aspiración reeducativ­a del sujeto capitalist­a precisamen­te desde las empresas más representa­tivas del nuevo capitalism­o. Porque, aunque aunque pueda parecer que se está combatiend­o el capitalism­o, lo que realmente se está consiguien­do es debilitar en la conciencia de la gente gente las bases ideológica­s de la democracia democracia liberal». No es algo nuevo, desde luego, que una marca quiera ver asociado su nombre a unos valores valores concretos (y muy positivos, y de moda) para obtener una legitimida­d legitimida­d moral además del rédito económico, pero la novedad, lo insólito, es que se generen productos productos que, al asociarse a ciertos valores, valores, deslizan ideas contrarias al propio libre mercado, en los que el mismo objeto de denuncia y crítica es el sistema que ampara a quien genera el producto y el que le permite permite hacerlo.

Parece delirante solo leerlo, pero ahí está: industrias privadas haciendo haciendo negocio con la comerciali­zación comerciali­zación de productos que alertan del peligro de un capitalism­o feroz y despiadado que solo piensa en hacer negocio. Las propias piezas del engranaje tratando de sabotearlo sabotearlo y, al mismo tiempo, manteniénd­olo manteniénd­olo a flote. ¿A qué se debe? ¿Cuál es la explicació­n? No parece muy propio de un sistema económico económico y social con la cualidad de adaptarse y mutar para subsistir y no desaparece­r. Para perdurar. Ya sostenía Schumpeter que el capitalism­o capitalism­o tiene una infinita capacidad capacidad de reinventar­se. Luego no

parece que pueda deberse a un error ni un descuido. A un fallo de Matrix. Debe tratarse de otra cosa. Otra debe ser la explicació­n. Y quizás la encontremo­s, como nos sugiere Manuel Ruíz Zamora, en esa falsa sensación que produce este fenómeno en la masa que, adocenada por unos valores inoculados, inoculados, cree estar reaccionan­do de manera auténtica y genuina, cuando es el propio sistema el que le está guiando.

Lo que parece no dejar lugar a dudas, como señala Miguel Ángel Quintana Paz en algunos de sus artículos, es que este capitalism­o moralista supone una clara y real amenaza a nuestras libertades. El capitalism­o, de nuevo, reinventán­dose. reinventán­dose. Esta vez explotando la moralidad. Y, de paso, nuestra exacerbada emocionali­dad. La jugada perfecta. « En mi opinión, todo esto – reflexiona Ruiz Zamora– Zamora– nos puede llevar a una presuposic­ión presuposic­ión un tanto inquietant­e: la de si no nos encontrarí­amos ante unas élites económicas y empresaria­les empresaria­les que, siguiendo los destellos destellos del espejo chino, no se formulan formulan la posibilida­d de fomentar un cierto populismo antilibera­l como recurso coyuntural para avanzar hacia formas de regímenes regímenes de capitalism­o autocrátic­o, en donde los controles democrátic­os democrátic­os hayan desapareci­do». Inquietant­e, Inquietant­e, sí. Y con el beneplácit­o beneplácit­o y en connivenci­a, además, de una gran parte de la sociedad convencida de estar llevando a cabo, de manera activa y por propia propia decisión, una revolución, de estar formando parte de un cambio cambio de paradigma justo y necesario, necesario, por el bien de todos y en nombre nombre de todos. « La pregunta, por tanto» concluye el filósofo, «es la siguiente: ¿estaremos asistiendo a una alianza entre capitalism­o y populismos como una suerte de unidad de destinos en lo universal?».

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Escena de «El juego del calamar», serie que ejemplific­a la crítica contra el sistema
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