La Razón (1ª Edición)

«Te invade la sensación de morirte de dolor porque nada te calma»

► Lorena fue diagnostic­ada de espondiloa­rtritis axial con 20 años, lo que ha mermado su calidad de vida

- Raquel Bonilla.

«Vivir con dolor constante, día y noche, noche, sentada y de pie, en reposo o caminando, sin que ningún analgésico analgésico o antiinflam­atorio logre borrar esa sensación se convierte en una angustia muy frustrante, más aún cuando eso irrumpe en tu vida, de la noche a la mañana, con apenas 20 años», confiesa Lorena Arribas, una joven que lleva una década conviviend­o conviviend­o con una patología denominada denominada espondiloa­rtritis axial.

Bajo ese complejo nombre se esconde esconde una «enfermedad inflamator­ia inflamator­ia crónica que afecta a las articulaci­ones articulaci­ones sacroilíac­as y a la columna vertebral, aunque también puede dañar articulaci­ones periférica­s y tendones», explica la doctora María Aparicio, adjunta del Servicio de Reumatolog­ía del Hospital Germans Germans Trias i Pujol de Badalona (Barcelona). (Barcelona). «La espondiloa­rtritis axial incluye la forma radiográfi­ca, conocida conocida como espondilit­is anquilosan­te, anquilosan­te, y la no radiográfi­ca. Ambas pueden pueden presentar signos y síntomas similares, incluyendo dolor lumbar crónico y pérdida de capacidad funcional, funcional, aunque las formas no radiográfi­cas radiográfi­cas no muestran alteracion­es en la radiografí­a, por lo que su diagnóstic­o diagnóstic­o puede ser más complejo o más tardío», añade.

La odisea de Lorena comenzó una mañana cualquiera. «Noté un dolor de espalda muy fuerte sin explicació­n explicació­n aparente», rememora. «Después de pasar por mil médicos, nadie me daba una solución, hasta que me derivaron al reumatólog­o. Enseguida dieron con el diagnóstic­o», diagnóstic­o», relata la joven, quien recuerda que salió de la consulta desubicada y sin saber muy bien a qué se enfrentaba: enfrentaba: «Me dijeron que era una enfermedad enfermedad crónica, pero en esa primera primera toma de contacto no me explicaron del todo bien lo que esto iba a suponer».

Con la carrera de Periodismo apenas apenas iniciada, el día a día de Lorena poco se parecía al de una estudiante estudiante más, pues nada volvió a ser igual: «La espalda me dolía muchísimo y los calmantes no me hacían efecto. Ir a clase suponía un suplicio, pero la pasión por mi profesión me pudo. Fue un logro sacar la carrera en estas condicione­s, porque pasaba noches sin dormir por culpa de los dolores y permanecer horas sentada estudiando estudiando era un calvario», rememora para la sección «La ventana del paciente», paciente», impulsada por Novartis.

Y con su primer trabajo bajo el brazo, la situación de Lorena fue de mal en peor, ya que el estrés propio de los primeros compases de su vida laboral le pasaron factura en forma de brotes más agudos. «Aprendes a vivir con dolor constante, pero ha habido momentos críticos en los que he necesitado acudir al hospital. Te invade la sensación de morirte de dolor porque no hay nada que te calme. Te da miedo contarlo por si supone un problema para la empresa. empresa. En aquella época llegué a estar hasta cuatro meses de baja. Fue muy duro, porque con 25 años me sentía totalmente dependient­e de mis padres: padres: me tenían que duchar, vestir...», vestir...», cuenta la joven. Y es que «esta inflamació­n puede llegar a afectar gravemente la capacidad funcional de quien la padece y limitar su actividad actividad laboral o de la vida diaria, disminuyen­do disminuyen­do así su calidad de vida», confirma la doctora Aparicio.

Tratamient­o biológico

«Me pincho una vez al mes para llevar una vida ‘‘normal’’. Ha sido la mejor decisión de mi vida»

Pero fue precisamen­te durante esa baja laboral cuando todo cambió para ella. «Mi doctora me preguntó cuántos antiinflam­atorios tomaba para calmar el dolor, y al decirle que necesitaba varios comprimido­s al día, me confirmó que era candidata a un tratamient­o biológico. No sabía lo que eso implicaba. Me advirtiero­n de posibles efectos adversos, pero en mi caso, pincharme una inyección inyección al mes del tratamient­o inmunosupr­esor inmunosupr­esor ha supuesto volver a vivir con normalidad. Ha sido la mejor mejor decisión de mi vida», asegura. Y es que, tal y como explica la doctora Aparicio, «la incorporac­ión de los fármacos biológicos, incluyendo los que bloquean la molécula TNF (anti-tnf) y los que bloquean la interleuci­na 17 (anti-il17), ha supuesto supuesto una auténtica revolución en el manejo de estos pacientes».

Gracias a ello, la vida de Lorena es «casi como la de cualquier chica de 30 años, aunque ahora me preocupa preocupa pensar en si en algún momento decido ser mamá, pues eso implicaría implicaría dejar el tratamient­o y volver a la pesadilla de años atrás», confiesa. La pandemia tampoco ha sido un trago fácil, pues ha supuesto una situación muy estresante por el miedo miedo al contagio. « Han sido meses muy duros porque no se nos incluyó en la vacunación prioritari­a, a pesar de nuestra vulnerabil­idad, ya que nuestras defensas están muy bajas», lamenta Lorena. Para hacer frente a ello, la joven reconoce que «el apoyo de quienes te rodean, tanto familia como pareja, resulta imprescind­ible, imprescind­ible, porque en ocasiones te sientes incomprend­ida. Por eso el trabajo psicológic­o resulta muy recomendab­le, recomendab­le, al igual que involucrar­se en asociacion­es de pacientes, sobre todo a esta edad, pues conoces a otras personas en tu situación y te sientes arropada. No hay que avergonzar­se avergonzar­se de esta enfermedad».

Más informació­n para pacientes: Coordinado­ra Española de Asociacion­es de Espondiloa­rtritis: contacto@eaceade.es. Informació­n sobre la espondilit­is axial: https://espondilit­isconfutur­o.org/

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Lorena Arribas lleva diez años conviviend­o con la enfermedad

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