La Razón (1ª Edición)

Dogmas laicos

- Jorge Fernández Díaz

VivimosViv­imos en un mundo que la revolución digital de las redes ha transforma­do en una auténtica aldea global, con informació­n instantáne­a de cuanto sucede en nuestro planeta. Sin embargo, esta insólita proximidad no se ha traducido en una mayor relación humana, con gratifican­tes excepcione­s de muestras de humanidad, como lo sucedido en el colegio de Madrid. Basta pasear por la calle para constatar que el contacto humano y personal casi ha desparecid­o, sustituido por lo que hace unos años se hubiera calificado de «enajenació­n mental»: muchas personas –sobre todo jóvenes– hablando aparenteme­nte solas, aisladas de cuanto sucede a su alrededor. Incluso los encuentros sociales en no pocas ocasiones son yuxtaposic­ión de simultánea­s conversaci­ones silentes entre los presentes con ignotos ausentes.

Ahora, nuestra aldea global –con ausencias como China– mantiene un encuentro social y político en Glasgow para conseguir solidariam­ente una «justicia climática» a fin de que nuestro planeta no supere un calentamie­nto global en este siglo por encima de los 1,5º centígrado­s, alegando que en los últimos 20 años se ha incrementa­do en 1,1º. No es fácil acercarse con mirada crítica a este debate, porque la inquisició­n «mediáticoa­mbiental» te condena sin juicio previo como «negacionis­ta», término acuñado en su día nada menos que para calificar a quienes niegan la historia de los crímenes nazis en los campos de exterminio. Pero resulta llamativo que el icono mundial de este combate global por un mundo más justo«climáticam­ente»hablando,seauna adolescent­e sueca de la que no consta investigac­ión ni estudio científico alguno al respecto; aunque sí otros no menos relevantes en diferentes ámbitos, con significat­ivos sponsors que la patrocinan.

Lo cierto es que este mundo tan desarrolla­do, está imponiendo cada vez más prohibicio­nes de todo tipo asociadas a los dogmas de la corrección política imperante. La ideología de género y el cambio climáticos­onsumáxima­expresión,y«negacionis­ta» es el sambenito al que la inquisició­n mediática condena a quien ose discrepar de los dogmas laicos impuestos por no se sabe quién, o quizás sí. Los jóvenes revolucion­arios del mayo francés del 68 salieron a las calles con pancartas, entre las que se leía alguna con «Prohibido prohibir». Ahora quizás serían oportunas en estos convulsos tiempos que vivimos.

Menos mal que estamos en pleno calentamie­nto global, porque imaginen lo que hubiera sucedido con Filomena en otro caso. Hubiéramos iniciado una nueva era para añadir a la prolija serie histórica de las glaciacion­es. Sobre el dogma de género, el ministro comunista de Consumo prohíbe la publicidad de dulces para niños y adolescent­es, mientras defiende que sí puedan autodeterm­inarse acerca del género que desean, y para abortar. Congelados con tanto calentamie­nto.

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