La Razón (1ª Edición)

Moncloa teme elecciones en Andalucía y Valencia

► El presidente es consciente de que un adelanto en el calendario afectaría a la hoja de ruta del PSOE

- Antonio M. Beaumont.

Como esos boxeadores, «sonados» por igual, que se abrazan para evitar caer al ring y besar la lona antes que el rival, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz han escenifica­do esta semana su« alto el fuego» con un pacto sobre la reforma laboral, un culebrón entre«socios» sal dado con un acuerdo y un comunicado que no hubiera firmado ni el inigualabl­e Chiquito de la Calzada. «Ahora, borrón y cuenta nueva», se empeñan en difundir algunos dirigentes del PSOE. «Una tormenta en un vaso de agua », restan importanci­a a lo ocurrido socialista­s que se afanan en intuir los episodios de un presidente cada día más hermético y que lo mismo organiza un acto para cuidarla imagen de su vicepresid­enta primera, Na di a cal viño, que un paseo por los jard in esmonc lo vitas para fotografia­rse junto a su vi ce presidenta segunda, yo landa díaz,o una cumbre hispano-portuguesa para repartir afectos –y gestos– por igual a ambas políticas enfrentada­s.

Resulta curioso que en esta especie de esquizofre­nia en la que vive la coalición «progresist­a» gubernamen­tal desde el minuto uno en que nació, en aquel «pacto del abrazo» entre Sánchez y Pablo Iglesias, los socialista­s siempre se ufanen de que el problema, en realidad, quienes lo tienen son los morados. Pero, en sentido contrario, Podemos cargue todo el desgaste en las espaldas del socialismo. Muy curioso.

Ferraz interpreta que Díaz no tiene otro remedio que quitarse de encima la mochila del viejo partido de Iglesias si quiere revolucion­ar su cuota de poder en el Consejo de Ministros. Porque es vox pópuli entre los morados que el socialismo lleva meses presumiend­o con que los ministros pode mitas están achicharra­dos. Suenan a pasado. Algunos, por su manifiesta in competenci­a, como Alberto G arzón o Manuel Castells. Otros, como Irene Montero, por sus hipotecas judiciales (la Audiencia de Madrid acaba de orden arlare activación del« caso Niñera») y por su evidente vinculació­n con un pablismo a la fuga que levanta tempestade­s entre la misma feligresía que un día lo encumbró.

Por su parte, Ione Belarra, la lideresa del partido de los círculos, bastante tiene con resistir en silencio ante la evidente «operación imagen» que protagoniz­a la vicepresid­enta segunda y «heredera». Ni siquiera los presuntos éxitos de su Ministerio –caso Ley de Vivienda– han sido rentabiliz­ados por ella, sino por el ala socialista y las nuevas ministras deSánchez,qu eh anl legado para dar frescura aL aMonc loa. el presidente, en dicho« logro », del ala morada sólo dejó meter algo de cabeza a Yolanda Díaz.

Además, estos días, la hoja de ruta esbozada por Díaz confirma la teoría del alejamient­o. La elegida por Pablo Iglesias como candidata a presidenta del gobierno, a espaldas de la cúpula nacional de la formación de Belarra, prepara para lanzar su« Frente Amplio », una conferenci­ade« lideres as» junto a a da cola u, Mónica oltrao mónica garcía, pero donde no estará presente la secretaria general de Podemos.

Así, con la legislatur­a blindada y a la espera de los miles de millones de euros del maná e uro peo,Sánc he z ha aprovechad­o el40º congreso de su partido para meter distancia con sus socios a golpe de socialdemo­cracia y para poner las pilas a un nuevo PSOE que achique el espacio al «Frente Amplio» de Díaz. Y ello pese al riesgo de que durante los dos próximos años convivan bajo el mismo techo quienes cada vez tienen más claro que deben competir a cara de perro.

Sánchez juega con los gestos dejando ver que él es quien tiene el «botón nuclear» que permite convocar elecciones. Aunque, segurament­e, es consciente de que pueden ser otros los que marquen ese camino desde fuera. Porque Juanma Moreno vuela en las encuestas en Andalucía y Vox le facilita poner fin a la legislatur­a. Igualmente, Alfonso Fernández Mañueco anda con la mosca detrás de la oreja sobre su futuro. Y para qué hablar de barones socialista­s como el valenciano Ximo Puig, que ve cómo el PP le recorta el terreno cada semana que pasa sin adelantar sus comicios.

Esta hipótesis, me reconocen socialista­s con acceso al núcleo de poder, provoca sudores fríos al presidente. Sánchez sabe bien que las mujeres que marcan el ritmo en Podemos están decididas a dar guerra. Son activistas, no estrategas como Iglesias. Así que en la batalla preelector­al por apropiarse ante los votantes de los pasos sociales del Gobierno no va a haber tregua. ¿De quién es el padrinazgo de la exhumación de Franco o la Memoria Histórica? ¿La ley trans? ¿Los topes de los alquileres? ¿El fin de la ley mordaza? ¿O el Ingreso Mínimo?

Ante este panorama, nadie tiene dudas de que en cuanto las Cuentas Públicas salgan aprobada s comienza otra etapa. La pelea final. Asimismo, la reciente crisis en Portugal ha puesto sobre aviso a PSOE y Podemos. En enero, cuando voten nuestros vecinos, con el socialista Antonio Costa como favorito tras librarse de la rémora de los podemitas lusos, los líderes de la izquierda española van a tomar buena nota de lo que suceda en Lisboa.

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Pedro Sánchez saluda a Susana Díaz, ayer, en la clausura del Congreso de los socialista­s andaluces
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