La Razón (1ª Edición)

Una gran señora llena de fuerza

- Fernando Rayón

ConocíCono­cí a Carmen Laffón en Málaga. Ella acababa de inaugurar una exposición en el palacio episcopal y tenía cosa –poco habitual– ganas de charlar. Era tímida y reservada. Quizá por eso me preguntó sobre lo que me parecía su pintura. Le dije que me parecía cursi. «Un pastelito», le dije. «Bueno –me dijo– tampoco es para que se ponga colorado». Estuvimos dos horas hablando. Me explicó cómo la luz cambiaba en todos sus cuadros. Habló de esa luz del mar que destruía formas y paisajes. De lo que sufría viendo la degradació­n del Coto de Doñana. Y, sobre todo, de que deseaba seguir por ese camino. Me pareció una señora. Una gran señora y una gran artista.

He repasado las notas de entonces y he recordado su preocupaci­ón por la ecología y la naturaleza. Podía parecer la obsesión de una señora mayor, pero había fuerza en sus palabras y dolor por la degradació­n de los paisajes de su infancia. Volvimos a vernos en Madrid, en una exposición antológica de su obra. Estaba mirando sus cuadros últimos –los mejores desde mi punto de vista– y se acercó y me dijo: «¿Que? ¿Le parecen cursis?». Nos reímos un rato y se puso a explicarme la razón de aquella nueva y maravillos­a serie. Una creativida­d sorprenden­te en el momento final de su vida.

Hace tan solo unos días Manolo Borja, director del Museo Reina Sofía de Madrid, me dijo que iba a incorporar las últimas obras de Carmen al discurso del Reina sobre ecología y medio ambiente en la nueva instalació­n del museo. «Te sorprender­á», me dijo como excusándos­e. Le dije que conocía la serie; que era un acierto incluirlas y que la mayor sorpresa de Carmen estaba precisamen­te en su obra final. Muere una gran señora. Eso sí: llena de fuerza, al igual que su obra.

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