La Razón (1ª Edición)

Benzodiace­pinas

- Paloma Pedrero

CuentanCue­ntan los estudios que Espa-ña Espa-ña es el país que más ansiolí-ticos ansiolí-ticos consume del mundo. ¿Qué pasa aquí? ¿Qué tene-mos tene-mos de especial para necesitar de forma tan desesperad­a las benzodiace­pinas?

Sabemos que la pandemia, los proble-mas proble-mas económicos y la guerra cercana nos han afectado de forma trágica, pero ya antes éramos grandes consumidor­es de sustancias para la ansiedad, el estrés, el pánico, la depresión o el insomnio. En general, la gente que toma estas drogas no lo hace para divertirse, aunque alguno haya. En general, la primera vez que al-guien al-guien prueba esta sustancia es porque se lo ha recetado un médico, o el de familia o, con suerte, el psiquiatra de la seguri-dad seguri-dad social.

Luego, cuando conoces el efecto se-dante, se-dante, ya viene la dependenci­a, ya sabes que esa pastillita te puede librar de un ataque de angustia, de una noche de ho-rrible ho-rrible insomnio o de una acción desme-surada desme-surada en la que te juegas mucho. Ya sabes que si tienes que dar una conferen-cia conferen-cia complicada ante un público exigente, media pastillita de Lorazepan debajo de la lengua una hora antes, te va a mitigar el miedo, el tartamudeo o la aceleració­n de las palabras.

Como pueden ver, sé de lo que hablo, soy una de esas tantas que tienen la caji-ta caji-ta de benzodiace­pinas en la mesilla de noche. Y, aunque no las tomo diariamen-te, diariamen-te, soy una ansiosa diaria que tiene que luchar con ese demonio hora tras hora. Mi madre que también lo tenía, decía que ella sufría de los nervios, sufría demasia-do demasia-do la pobre y ojalá hubiera podido tener auxilio a su tormento.

No obstante, no todas las terapias ayu-dan ayu-dan con esto. Tampoco todos los tera-peutas. tera-peutas. Pero si al menos hubiese los ne-cesarios ne-cesarios en la sanidad pública, un porcentaje de pacientes no llegaría a las sustancias. Así que respondien­do a la pregunta inicial, quizá es que nuestro país resulta especialme­nte temeroso de la muerte. O quizá especialme­nte empá-tico empá-tico con los otros. No lo sé. Sería maravi-lloso maravi-lloso vivir con el único tratamient­o para una vida tranquila: la paz y el amor en general.

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