Desmemoriados
EnEn el año 1997, escribí una obra en la que su protagonista, un viejo dramaturgo en el final de su vida, interpretado con sabi-duría sabi-duría por el gran actor cubano, Pancho García, desaparecido para tristeza de tan-tos tan-tos hace apenas unos meses; escribí una obra, decía, en la que ese personaje ya hablaba de esto. Exclamaba, contestando a una enfermera que le iba a grabar una escena: «Si no puedo tenerla en la cabeza la tendré en la máquina. Eso, eso es lo que han hecho las máquinas con el hombre, Margarita, nos han robado la memoria». Intuía yo ya, por aquel entonces, que si todo lo retenían las máquinas, nosotros, los humanos, no necesitaríamos hacer el esfuerzo de concentrarnos para retener las cosas.
Hoy, año 2022, este asunto está empe-zando empe-zando a alarmar a personas y especialistas en la conducta y el cerebro. Hoy, muchos infelices, acuden a las consultas de los psicólogos porque tienen una adicción al móvil que les aterra. Hoy, muchos, entre los que me incluyo, miramos tantas veces el teléfono, que cuando no lo tenemos a mano nos falta el aire. Porque en el móvil tenemos el reloj, la agenda, el tiempo, los juegos, la música, los mensajes, las noti-cias, noti-cias, la grabadora, el buzón… Y tenemos, sobre todo, el entretenimiento ensimis-mado; ensimis-mado; el no pensar, el no mirar, el no ha-blar ha-blar con el de enfrente, el no meditar, el no recordar. ¿Para qué si todo está en ese pe-queño, pe-queño, incomprensible y genial cacharri-to? cacharri-to? ¿Para qué si cuando le pregunto a Google me apunta rápidamente aquello que no recuerdo? Buscar, vivir, hacer todo rápidamente, sin esperas. Pues parece que sí, que las máquinas nos están roban-do roban-do la memoria. Según expertos, el hipo-campo hipo-campo cerebral acaba por empobrecerse. La materia gris se reduce y genera sínto-mas sínto-mas como mayor riesgo de depresión y otras psicopatologías, incluida ciertas for-mas for-mas de demencia.
Y no solo en mayores, la gente joven también está sufriendo problemas de concentración. Y observo que tampoco les llegan a la boca las palabras que bus-can. bus-can. O aprendemos o desmemoriados y medio locos, hacia allá caminamos.