La Razón (1ª Edición)

Tirarse a la piscina con Lope

- Raúl LOSÁNEZ

Una confusión terrible unida a un azaroso contratiem­po impiden que los actores de una compañía de teatro lleguen a tiempo a la sala donde tendrían que representa­r, con el público ya esperando en sus butacas, « El perro del hortelano». Para solventar el entuerto, los dos técnicos de la compañía, que han viajado por otro lado y que sí se encuentran en la sala, deciden hacer la función –ya que se la saben de memoria– con la colaboraci­ón de dos actrices aficionada­s, pertenecie­ntes pertenecie­ntes a una compañía local, que se han prestado a ayudarlos. De este juego metateatra­l se ha servido Paco Mir para realimenta­r realimenta­r la maravillos­a comedia de Lope de Vega con otra trama más contemporá­nea y fácilmente fácilmente accesible en su lenguaje para todo tipo de espectador­es hoy. Ya en la propia versión del texto original al que se han de enfrentar los cuatro improvisad­os improvisad­os intérprete­s se advierte una clara apuesta de Mir por la sencillez y por la actualizac­ión de algunos términos y construcci­ones construcci­ones gramatical­es, decisiones que están en perfecta consonanci­a consonanci­a con el pretexto dramatúrgi­co del que ha querido partir. Asimismo, está plenamente justificad­a la austeridad escenográf­ica con la que tendrá que llevarse a cabo la representa­ción, representa­ción, pues el material de la compañía no ha llegado y los actores solo cuentan con unos pocos elementos que han pedido prestados. Las carencias artísticas para sacar adelante la función, los inevitable­s errores que, como consecuenc­ia de ellas, se van sucediendo a lo largo de la representa­ción y las disparatad­as soluciones que cada uno va proponiend­o en escena para seguir con la obra hasta el final son el reclamo argumental y humorístic­o de un espectácul­o que trata de llegar a un público más amplio al que llegaría una versión, digamos, más estandariz­ada de este obrón del Siglo de Oro. Además, el hecho de que los «técnicos» tengan que introducir las escenas que han de ir interpreta­ndo interpreta­ndo sirve de inteligent­e excusa al director para aclarar el argumento, más si cabe, al espectador menos acostumbra­do acostumbra­do a ver y escuchar teatro en verso. La propuesta de Mir se levanta, en definitiva, como un simpático artefacto que busca el puro entretenim­iento sin adentrarse en laberintos poéticos ni dramáticos. Cualquiera Cualquiera podrá ver y seguir la función con agrado de principio a fin, pero, dado que la nueva trama de humor adherida al clásico tampoco alcanza extraordin­arias cotas de ingenio, el amante del gran teatro barroco olvidará el montaje al poco tiempo de salir de la sala.

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TEATROS DEL CANAL

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