La fe nos mejora
La preocupación fundamental de Pablo Messiez en este montaje no ha sido, en puridad, la «escenificación» –en el sentido convencional que damos a esta palabra– de la historia ideada por Kaj Munk en «Ordet», convertida luego en clásico del cine gracias a Dreyer. Y no me refiero a que su versión sea más o menos fiel a las líneas argumentales argumentales del original y al tratamiento de la fe como tema de fondo –esto de la fidelidad es una controversia ya irresoluble–, sino a que esa trama se convierte casi en un mero disparador pertinente y valioso, en cualquier caso, para llegar a otro asunto distinto: los límites entre ficción y realidad. Desde luego, la conexión entre ambas ideas está establecida con una solidez, conceptual conceptual y dramática, incuestionable: incuestionable: tener fe supone, cuando menos, contemplar una posibilidad; y esto obliga a dar entidad de realidad a algo que no puede ser percibido como tal en un sentido estricto. Tratando de dinamitar las fronteras entre la supuesta ficción que interpretan los actores y la realidad física de estos en el teatro, frente al público que ese día concreto los está viendo, Messiez se embarca en la honesta aventura de espolear a esos espectadores para que construyan, involucrando involucrando en ello a su imaginación, el mundo en el que viven de una manera más ética. El teatro no hace magia y el resultado no puede ser, obviamente, la infalible rendición y conversión del espectador más escéptico, pero incluso este podrá salir de allí sintiendo el escozor del zarpazo que le han asestado. Y lo podrá sentir, entre otras cosas, porque no hay imposición de ninguna clase. De hecho, toda la propuesta está bañada en un hilarante humor, en ocasiones autorreferencial, que no hace sino poner de manifiesto la modestia y la autocrítica con la que el equipo ha encarado el proyecto. En el plano interpretativo, interpretativo, dentro de un elenco de «viejos conocidos» de Messiez, destacan Carlota Gaviño, Íñigo Rodríguez-claro, especialmente, Rebeca Hernando, que no deja de provocar carcajadas con el desabrido carácter de su personaje, y José Juan Rodríguez, haciendo una originalísima composición de Jesucristo.