Dar gato por liebre
EsoEso es lo que suele hacer la pren-sa pren-sa (y no digamos las cuñas pu-blicitarias pu-blicitarias que salpican los pro-gramas pro-gramas de radio) cuando habla de problemas de salud y pontifica sobre la forma de solucionarlos. Los responsables de esos embustes deberían ser más cuida-dosos cuida-dosos y evitar que los lectores o los oyentes crean que es información veraz lo que no es información, y mucho menos veraz. Pueden mentir cuanto quieran en los asuntos relacionados con la res pública –la guerra de Ucrania, por ejemplo, o las de-claraciones de-claraciones de los ministros–, pero con la salud no se juega.
«Donde no hay publicidad resplandece la verdad», decía en otros tiempos aquella inolvidable e irrepetible revista de humor que fue «La Codorniz». Supongo que a los millenials y a las generaciones posteriores ni siquiera les suena. Peor para ellos y allá se las compongan. Épocas hubo en las que la llamada «publicidad subliminal» –en-tendiéndose –en-tendiéndose por tal la que se colaba de rondón en los espacios informativos o na-rrativos– na-rrativos– estaba, incluso, penada por ley, pero ahora, bien sea en forma de publirre-portajes publirre-portajes financiados por las empresas o las instituciones, bien sea puesta en boca de los presentadores, los locutores o los acto-res, acto-res, los anuncios se disfrazan de noticias o de consejos y sus presuntas virtudes más o menos salvíficas se incorporan al sub-consciente sub-consciente y desde él activan su engañoso y dañino poder de convicción.
Pondré solo un ejemplo, aunque cabría dar muchos. En los periódicos que leo de modo cada vez más superficial y distraído suelen aparecer supuestos reportajes con-sagrados con-sagrados a la loa de los beneficios de ese veneno que es la leche de vaca. El lector, a poco informado que esté, se queda mo-mentáneamente mo-mentáneamente perplejo hasta que cae en la cuenta, aunque haya muchos que no lo hacen, de que el reportaje en cuestión ha sido elaborado y financiado por una conocida empresa –no diré su nombre– de productos lácteos. Y eso es la inmoralidad a la que se hace acreedor todo ser humano que da gato por liebre. Ándense con ojo, amigos, fíjense bien en la autoría de esos reportajes de ciencia ficción, disciernan entre la paja y el trigo, y no den por bueno los camelos de la publicidad subliminal.